- Negre...
- ¿Hum?
- Negre, creo que me estoy volviendo ya un poco hipocondríaco...
Lo miro a través de mis gafas moradas, mientras tecleo rápidamente: lo justo que puedo entre llevarle al médico, ayudar a Niña Pequeña a hacer los deberes y apuntar otra tarea pendiente más en la lista de cosas por hacer... No suele enfermar -y cuando lo hace, durante años ha acabado en un operación quirúrgica de algún tipo-, y quizá por eso me ha confesado hoy, mientras comprobaba que había adelgazado, que esta semana pasada ha reinado el caos y el desorden en casa...
No soy una persona especialmente ordenada: sólo con mis libros, que ordeno meticulosamente por temas en las estanterías de la casa y reviso asiduamente para asegurarme de que ninguno se ha movido del sitio que yo le he marcado previamente; por eso, seguramente, me gusta que las cosas sigan en su ritmo rutinario, no sea que se me escapen por algún sitio y ya no las encuentre: la torre de la plancha, la mochila de la piscina de Niña Pequeña, el rato diario para preparar tareas colegiales y el bolso colocado en su armario, preparado para marchar al día siguiente...
Él se puso enfermo la semana pasada y fue la rutina la que se escapó por la pequeña ventana de mi cocina: la torre de la plancha creció, la mochila de la piscina se quedó a medio hacer y tres bolsos diferentes convivieron en el mismo espacio. No hubo tiempo para tareas colegiales, a pesar de que les pedí que se colocaran por orden de urgencia e importancia en las dos bandejas amarillas del despacho, y no quisieron obedecer. Sólo los deberes semanales de Niña Pequeña se mantuvieron imperturbables en su nueva mesa de estudio: tan nueva que aún está ordenada...
Se acumulan las cosas pendientes: la Cosa Educativa tiene eso, mucho de Cosa y poco de Educativa, y septiembre es un mes de burocracia. Él se quedó suspendido la semana pasada, en un limbo entre la salud y el duermevela, que arropé con mis post-it y urgencias. También ellos enfermaron y se mantuvieron sostenidos hasta hoy...