¿Qué pasará con México después de Rusia 2018?

Publicado el 06 julio 2018 por Carlosgu82

Una vez más, la Selección Mexicana no fue capaz de llegar al ansiado quinto partido. El equipo nacional había ilusionado a todo el país con su extraordinaria exhibición frente al combinado alemán, a tal grado que la afición (siempre entregada y fiel) los veía no sólo en cuartos de final, sino como campeones del mundo; ese sueño eterno.

México jugó impresionantemente bien contra Alemania. Decaídos tras el juego de preparación con Dinamarca, los seguidores del equipo no esperaban más que una paliza brutal en el partido inaugural de Rusia 2018. Pero, para sorpresa de todos, los mexicanos se impusieron con gallardía e ímpetu a los germánicos en una derrota escandalosa para estos últimos. El partido frente a Corea del Sur fue más terrenal, con un equipo ad hoc a lo que ya habían mostrado antes. Una victoria clara, sí, pero con sus bemoles. Sin embargo, el Infierno llegó en Ekaterimburgo, donde la Selección Sueca goleó a los mexicanos.

Si se analiza fríamente, perder contra Suecia no es un fracaso ni una sorpresa. Históricamente, ambos equipos se mantienen a la par en competencias como la Copa del Mundo y el partido pudo haber sido para cualquiera de los dos. Es el modo de perder el que preocupa. La actual Selección Mexicana se ha caracterizado por su actitud derrotista, mediana, pobre. Una vez que este equipo recibe un gol, los jugadores deciden abandonarse. Se hunden, pierden el juicio y se desesperan, lo que les sumerge en una vorágine de horror que siempre se traduce en derrotas muy graves. Ahí está el 7-0 frente a Chile en la pasada Copa América.

De vuelta al punto de partida: México vs Brasil

Fotografía: Fabrice Coffrini/AFP

Calificados gracias a Corea del Sur, la Selección Mexicana llegó a los octavos de final sin el halo de esperanza y ensueño que tanto la gente como los jugadores (en específico, Javier “Chicharito” Hernández) habían construido. El panorama era el que se había planteado en un inicio: pasar en segundo lugar y encarar a Brasil. El juego se desarrolló de manera similar al del Mundial de 2014, con una Selección Brasileña ordenada, feroz y muy ofensiva. Más allá de las constantes actuaciones de Neymar (el nuevo villano en México; le ha robado el puesto a Robben), el jugador del Paris Saint-Germain no perdonó en esta ocasión y sentenció el partido al minuto 51. Una vez más, el arquero Guillermo Ochoa fue la figura de México, pero ni siquiera él pudo salvar el juego, lo que se tradujo en el final de Rusia 2018 para el Tri.

Que el jugador más importante sea el portero es un mal indicio del desempeño de un equipo de futbol. Podrá hacer que el jugador se convierta en héroe, pero levanta muchas dudas en torno al nivel de juego de los otros diez en el campo. La salida de Rafael Márquez fue el inicio del fin, lo que puede interpretarse como una pobre defensiva. Era cuestión de tiempo el que sucumbiera frente a la magia de un jugador como Neymar.

¿Qué sigue para la Selección Mexicana?

Fotografía: AFP

Dejemos las cosas en claro. La victoria frente a Alemania es el logro más grande en la historia de México en la Copa del Mundo. Jugaron bien y vencieron con argumentos sólidos. El haber caído frente a Neymar y no estar en los cuartos de finales no demerita eso. La Selección Mexicana y su eterna estancia en el cuarto partido es un trámite, algo normal. Ese no es el problema. El asunto, insisto, es el modo en el que este equipo pierde, esa constante actitud derrotista y decaída.

¿Cuál es el futuro del equipo mexicano? Como siempre ocurre, la continuidad del director técnico es la primera en estar en riesgo. El colombiano Juan Carlos Osorio tiene un pie fuera del combinado nacional; ya suena el nombre de Matías Almeyda como posible sustituto. Sin embargo, ¿qué pasa con la continuidad de los jugadores? Por cuestiones de edad, parece que este fue el tercer y último Mundial para varios miembros de esa mal llamada “Generación de Oro”. Se esperaba que Giovani dos Santos se convirtiera en el mejor jugador mexicano, cosa que no es ni por asomo. Javier Hernández podrá tener el récord como mayor goleador del equipo, pero sus aptitudes y habilidades no se acercan a las de varios que dejó atrás con esos 50 goles. Se contó una vez más con el talento de Rafael Márquez; hombre que, si bien se ganó el puesto por méritos y no por favores, levanta cejas de incredulidad con su presencia al ver que un veterano tiene mejores argumentos que otros jugadores en su “mejor” momento. Así podemos ir mencionando nombres que nunca han brillado tanto como se esperaba.

Oribe Peralta, Carlos Vela, Guillermo Ochoa, el ya mencionado Rafael Márquez… algunos jugadores pueden ser rescatados. El resto… su continuidad es la que debería estar en la cuerda floja, no la del técnico. Mimados, sobrevalorados, cobijados; sus actitudes y acciones en torno a la Selección han hecho añicos el espejismo del “equipo dorado”. ¿Se tomarán las medidas obvias? Difícilmente. Jugadores como Hernández son el rostro del equipo en términos de mercadotecnia. La llamada “legión europea” está protegida por la Federación gracias al dinero que mueven, y es ahí donde radica el problema. A esto se le suma la visión de Osorio, basada en rotaciones y un trabajo constante; una filosofía más útil para un club que para una selección. Ambos puntos chocan, y cuando se tiene a un jugador alzado, sin las habilidades que cree tener, jugando en posiciones distintas cada partido, la situación se torna turbia.

México necesita continuidad, eso es un hecho. Pero no de jugadores amparados por viejas glorias. Se está formando una nueva generación de jugadores con características interesantes. Hirving “Chucky” Lozano es un ejemplo claro de esto. Lejos de buscar “bomberazos” o “bateadores emergentes” que rescaten al equipo en puntos críticos, la Selección Mexicana necesita un proyecto a largo plazo que pula las habilidades de estos nuevos jugadores. Osorio podría desarrollar este esquema, más allá de su visión de club. Es posible construir con él un equipo que ofrezca cosas importantes, pero se necesita hacer una limpieza profunda entre los jugadores disponibles. Sólo entonces se podrán imaginar cosas “fregonas”, como quisimos hacer en este Mundial.