Este fin de semana estaba disfrutando del tiempo casi veraniego sentada en la hierba, junto a un pequeño lago que hay cerca de mi casa, mientras mi hijo buscaba tortugas, ranas y pececillos con su red.
Era un momento de estos que se disfrutan muchísimo aunque no se esté haciendo nada especial, simplemente el hecho de estar tomando el sol y ver a los patos nadar en el lago era suficiente para sentise contento y relajado.
Como suele ser inevitable en este país nuestro lleno de incivilizados y desconsiderados, las orillas del laguito mostraban, por supuesto, latas de refresco flotando, bolsas de plástico abandonadas, y todo tipo de restos que los humanos solemos dejar tras de nosotros (aunque seamos muchos los que nos esforcemos por no cumplir esa odiosa norma).
Recordé el enorme parque y el río navegable que había al final de mi calle, cuando vivía en Toronto, por lo general tan limpio, pero donde, de vez en cuando, se acumulaban todo tipo de basuras como papeles, botellas, etc (Ya veis que ni siquiera Canadá, con su imperante civismo, se libra de tener ciudadanos desconsiderados...).
¿La gran diferencia entre este parque de Madrid y aquel de Toronto? (dejando aparte el tamaño, claro)...
En el parque canadiense, de forma periódica, aparecían avisos grapados a los árboles del camino más transitado que la gente colgaba de forma privada, invitando a tal día y a tal hora a voluntarios a limpiar el parque, entre todos, ya que el servicio municipal de limpieza no lo hacía con la eficacia o asiduidad que habría sido deseable.
Os preguntareis si aquello funcionaba, si acudían los voluntarios y os diré que sí.
Y yo ahora me pregunto, ¿qué pasaría si yo hicese lo mismo en el parque de al lado de mi casa, en Madrid?
¿Pensaría la gente que estoy loca, que para qué quiero dedicarme a limpiar la basura de los demás, que qué más da, que qué importancia tiene, que ni de casualidad van a gastar ni una hora de su precioso fin de semana en hacer algo voluntario y gratificante por los demás, por el barrio, por uno mismo?
Creo que voy a hacer el llamamiento, y en otra entrada os diré qué ha pasado...