Su manera de hablar siempre fue educada, con un volumen de voz bajo que hacía que tuvieses que prestarle muchísima atención. No quería perderme una sola palabra de su discurso y esa intensidad tan suave con la que hablaba creo que me hacía valorar muchísimo el acto de escuchar, de percibir con mayor interés las variaciones "sutiles" de sonido. Ésta era una palabra favorita suya que me contagió. Así como la de "conciencia". Supongo que mi camino en la vida y en la música ha sido la de ser más "consciente" cada vez, ampliar mi manera de captar el mundo.
Usaba parábolas muy bonitas, cuentos, comparaciones, que hacían la clase más amena y más entretenida, como por ejemplo, la de las "hormiguitas y la sal", sobre la necesidad de estar abierto a experienciar en el piano.
Siempre me animaba después de cada audición, jamás oí una palabra negativa sobre cómo había interpretado (en esos momentos en que todo estudiante parece que sólo piensa en el "fallito", la "peguita", en el pequeño error), detalles algo soslayables que los alumnos magnifican dentro de un contexto no tan erróneo, es como si de un examen donde hay 9 preguntas acertadas y 1 mal sólo prestásemos interés por lo "errado". Él siempre me alentó, me hizo ser una persona cuidadosa con mi arte pero no al extremo de que me afectase personalmente de manera negativa...
Me procuró que tocara en muchos lugares. Tocar más de sesenta veces durante tu formación es una manera directa de forzarte a que mates el "miedo escénico"...
También quiso que cada año fuera a un curso o cursillo de piano como mínimo diferente, dándome la oportunidad así de enriquecerme musicalmente de muchas maneras de entender el piano (escuelas rusa, china, inglesa, francesa, etc... ). He oído de profesores que piden exclusividad absoluta a los alumnos (supongo que por sentirse inferiores internamente). Creo que es un craso error en una disciplina artística. La música es arte y nadie puede arrogarse una única manera perfecta y correcta de interpretar. Por mi parte ahora hago igual que mi profesor, animo a todos los alumnos/as a que conozcan diferentes maneras de concebir el arte pianístico.
Sabía mucho de fisiología aplicada a la interpretación. Me enseñó a conocer los músculos que intervenían en cada ínfimo momento de las obras, a detectar mi estado interno, a saber usarlos con "sinergia" (otra palabra predilecta suya). Esto creo que es importantísimo, porque, finalmente, el piano se toca más que con los dedos, y, aparte del corazón, con el cerebro y las sensaciones kinestésicas... Diríamos que me enseñó a "sentirme".
Me enseñó a amar la música impresionista y la española.
Me enseñó que primero era la música y después el piano.
Me enseñó que primero era la persona y después la música.
Me enseñó a estudiar por mí mismo.
Me enseñó (y a todos sus alumnos) a desarrollar la propia personalidad musical.
Me enseñó a planificar y dosificar el tiempo de estudio.
Me enseñó a escoger el repertorio adecuado.
Me enseñó a respirar bien dentro y fuera de la música.
Me enseñó a tratar por igual a todas las personas.
Me enseñó con su ejemplo a ser siempre puntual (no faltó tampoco a ninguna clase).
Me enseñó humanidad. El ser humano es una especie de microcosmos a imagen del macrocosmos. Amemos y respetemos nuestro entorno.
Tantas cosas me quiso enseñar -que espero haber podido aprender- y tan lindas que no puedo por menos que darle
MIL GRACIAS, PROFESOR PEDRO, MAESTRO, POR EL AMOR, DEDICACIÓN Y SABER HACER CON QUE ME ENSEÑASTE!