Trabajando en un rodaje. BCN, 2009 expatriadaxcojones.blogspot.com
Me lo acabo de encontrar en el súper. Me ha costado reconocerlo. Lo he tenido que mirar un par de veces. No quería ser muy descarada, no fuera que se diera cuenta. Esta es la segunda vez que lo veo. La primera fue este verano en una playa. Antes no lo conocía pero su hijo me saludó y, entonces, todas las piezas encajaron en mi cabeza.
—Hola—Hola—¿No sabes quién soy?—…
Silencio. No tengo puñetera idea. Tardo unos segundos en ubicarlo en mi cabeza. A él le hace gracia mi desconcierto. Me mira y sonríe. Me cuesta pero al final lo hago.
—No te había reconocido. Estás hecho todo un hombre. Hace mucho tiempo que no te veo. ¿Dónde te metes?—Es que hemos vuelto a España con mi madre.—Vaya y ¿Qué tal todo? ¿Te va bien en el instituto?—Sí.—¿Con quién has venido?—Con mi padre y mi hermano mayor. Están allí.
M es un chaval majísimo. Muy educado y simpático. Lo conocí en el club de tenis. Y es que cada tarde voy allí con Terremoto. Es un coñazo Pero es lo que toca. No hay mucho qué hacer y no es plan de tenerlo encerrado en casa todo el día. Así que cada puto día cuando salimos de la escuela, ahí que nos vamos. Casi siempre nos encontramos con las mismas madres y los mismos niños. M es uno de ellos. De eso lo conozco.
Entre los asiduos al parque también hay dos niñas. Una es la hermana pequeña de M y la otra, su mejor amiga. Las dos son españolas. Van a la misma clase y son vecinas. Tendrán unos doce años. Más o menos. Son muy majas. Siempre quieren estar con Terremoto. Les hará gracia, supongo. Son las típicas que juegan a las mamás. Yo les dejo. Así puedo estar un rato tranquila. Controlando desde la distancia.
Un día que no estábamos más que ellas dos y yo. Nos pusimos a charlar y a mí, no sé por qué, se me ocurrió preguntarles por sus estudios, sus familias y esas cosas.
—Y vosotras ¿qué queréis ser de mayores?—Policías—me respondieron las dos a la vez. —¡Policías! ¿Por qué? —Como los de la frontera de Ceuta.—¿Y eso?—Así podremos pegarles a los moros.
Joder. Esto no me lo esperaba. Quizás no sea tan buena idea que Terremoto juegue con ellas. No son las niñitas inocentes que yo me creía. ¿De dónde habrán sacado estas ideas? Como me despiste le inflan la cabeza al niño con estas estupideces y ya la tenemos liada.
Oscurece. Empieza a hacer frío. Y hace humedad. Así que me despido. Guardo los bártulos, que no son pocos, y me marcho a casa arrastrando el cochecito. Mi cabeza no para de dar vueltas a lo sucedido. Me parece increíble. Estas niñas llevan muchos años viviendo en Marruecos ¿Cómo pueden ser que digan estas cosas?
Unos días más tarde se lo comento a una amiga. No se sorprende lo más mínimo.
—¿Tú no conoces a sus padres? —No. Nunca los he visto. Sólo conozco a las niñas porque me las encuentro en el parque. —Si los conocieras no te sorprenderías. —¿Por? —Pues porque son unos fachas. Y unos racistas. Odian a los marroquíes. —Y entonces ¿ por qué viven aquí? —Uno, por negocios. El otro es un fugitivo. —¡Si hombre! —Está buscado en España por pertenecer a una organización neonazi. —¡Qué! —Le acusan de tenencia ilícita de armas, pertenencia a una organización que reivindica al tercer Reich y alentar el odio contra los emigrantes y los homosexuales. —¡Joder!
Cuando vuelvo a casa lo primero que hago es sentarme frente al ordenador. Pongo el nombre del tío ese a ver qué sale. Hay un montón de información. Es para acojonarse. Lo primero que leo es un reportaje larguísimo en la revista Interviú. Citan su nombre y las actividades ilegales de la organización a la que pertenece. En 2005 la Guardia Civil la desarticuló. En total hubo dieciocho detenidos.
Y es que en Marruecos hay gente de todo, como en todas partes, pero cada vez me doy cuenta que, por aquí, corre más de un fugitivo. Personas que tienen cuentas pendientes en España y que vienen a Marruecos escapando de la justicia. Y encima, no hacen más que echar pestes de todo. Que si los moros esto, que si los moros aquello y así educan a sus hijos. Que pena. Cruzan el charco y continúan viviendo en su burbuja de miedo y odio. Tratando a los marroquíes como si fueran gente inferior. Faltándoles el respeto en todo momento y despotricando sobre cualquier cosa que se les viene a la cabeza.
¡Hay que joderse! Cuanto capullo suelto. Si no lo veo, no lo creo. Ahora si me lo cruzo por la calle conociendo todo esto, me pasa lo que me pasa. No sé donde mirar. Casi preferiría no haberlo sabido.