Originariamente el espectáculo de gladiadores –anterior a la civilización romana- se consideraba una ofrenda para los antepasados y se realizaba cerca de las tumbas, así que podríamos decir que era algo puramente religioso. Pero algo que iremos descubriendo a través de este blog, si ustedes me permiten, es que nos parecemos más a los romanos de los que seguramente a muchos les gustaría. Si antes hablábamos de pechos varios para entretener al personal, ellos hablaban de sangre para entretener al pueblo. Y no les voy a mentir, de sangre no tanta, la verdad. El rito religioso se convirtió en espectáculo, sorprendente.
Es cierto que algunos gladiadores morían en la arena, pero sólo uno de cada diez. Y la mayoría se debía a la sangre que perdían por las heridas en la batalla. Es cierto que cuando el animalico sufría mucho, le clavaban la gladius –originales ellos para los nombres- para acabar con la agonía, pero poco más. Ojo, no me malinterpreten, sangre había a raudales en el anfiteatro, que para eso estaba ahí el pueblo soltando berridos, pero no de gladiadores, sino de condenados a muerte, cristianos y demás. Pero los gladiadores eran tremendamente caros, carnaza de primera categoría, comprados, entrenados e instruidos para durar más de un asalto. Que no estaba el horno para bollos. Cuando pienso en las peleas de gladiadores no puedo evitar acordarme de las peleas de Smackdown, esas en las que hay mucho espectáculo, mucho músculo y mucha pirueta, pero poco más. Sé que algunos de ustedes ya habrán abandonado la lectura indignados, pero a los que quedan les confesaré un pequeño secreto, algunos sí morían, pero eso quedaba en manos de los dos elementos más importantes de un anfiteatro, el pueblo y el organizador de los juegos. La batalla era más o menos la siguiente: Entraban los gladiadores, saludaban al organizador de los juegos, no siempre, ojo, pero de ahí viene la famosa frase “Ave Caesar, morituri te salutant”. Hacían sonar el cuerno y empezaba la batalla, generalmente en parejas. Espadazos, redazos, heridas leves y el pueblo enloquecido. Hago una pausa para confesarles que esto me recuerda peligrosamente a una tarde con “Sálvame”.
¿Y qué pasaba después? Pues depende del gladiador que fuera uno, si era el vencedor, se le ofrecían palmas como símbolo de victoria, se le pagaba sus buenas monedas y se le adornaba con coronitas de cintas, muy masculino todo. Si uno era bueno de verdad, recibía una espada como símbolo de libertad y podía retirarse a cuidar ovejas. En caso de ser el vencido, pues nada oye, unos esclavos lo arrastraban con unos garfios hasta una puerta llamada “La muerte” y a otra cosa. Durante el período del Bajo Imperio, es decir, durante la decadencia, sólo el emperador podía condenar a muerte a un gladiador, así que ya ven ustedes el drama.
No pienso aburrirles con clasificaciones, porque de gladiadores había muchos y de muchas clases, dependiendo de la vestimenta y la manera de luchar- no olvidemos que era un espectáculo de masas, tenía que haber variación y lucecitas que parpadearan- pero si hay un tipo de gladiador que siempre me ha llamado la atención, ése es el reciario. El nombre seguramente no les sonará, pero en cuanto se lo describa sabrán de cuál hablo. Reciario significa en latín, el hombre de la red…¿Les empieza a sonar? Su armadura estaba basada en la vestimenta de los pescadores, y tenían como armas una red, con la que envolvían al enemigo, un tridente, que les servía para rematar la faena cuando tenían al pobre hombre inmóvil y una pequeña daga, que podía servir para atacar, pero sobretodo se utilizaba para cortar la red, que llevaban atada a la muñeca. Ver una batalla con ése tipo de gladiador debía de ser un espectáculo, porque hasta que no atrapaba al enemigo ya me dirán ustedes, me lo imagino persiguiendo al contrincante tridente en mano y red en muñeca, tratando de pescarlo.
No pasa nada, tenemos pan.¿Qué nuestro pueblo está viviendo una de las peores crisis que ha sufrido en su historia?No pasa nada, tenemos fútb…quiero decir, circo.