Messi acababa de besarse el escudo tras marcar el 3-4 y meter de un zurdazo al Barça en el último vagón del tren de la Liga. Entre sus interlocutores, la pregunta más repetida se refería a la conversación que tuvo con Pepe. Transcurría el minuto 78 y el marcador reflejaba un empate a dos. El central se acercó al blaugrana y, durante varios segundos, mantuvo una charla que parecía amistosa. Solo lo parecía, adornada con sonrisas irónicas. Pepe, impotente ante el más grande mientras el balón está en juego, trató de descentrar al '10' con la palabra. Buscó al argentino y lo encontró, pero de la forma que hubiera querido. Leo asume la responsabilidad de lanzar dos penaltis que deciden una Liga como si lo hiciera en el jardín de su casa, así que hay pocas palabras que puedan inquietarlo. Y el mensaje de Pepe no fue una excepción. De hecho, logró el efecto contrario. El defensa blanco hizo el ridículo. Una vez más.Lo que pasa en el campo, se queda en el campo, pero siempre tiene consecuencias. El portugués quiso vacilar al argentino lanzándole un órdago: “Tú conmigo siempre te cagas”. El mensaje sorprendió por completo al blaugrana por absurdo. Leo Messi no solo no evitó el choque dialéctico, sino que se llevó la mano a la boca para no dejar en ridículo a su interlocutor y respondió: “¿Pero qué dices? ¡Si siempre te marco y sales en todas las fotos!”. El blaugrana retrató a Pepe con palabras, recordándole que también queda retratado cada vez que su portero recoge el balón del fondo de la red.En el Santiago Bernabéu fueron tres veces. La conversación fue corta, pero duró lo suficiente como para que Leo bajara al portugués de la nube en la que vive instalado. Un futbolista capaz de decir a Messi que se arruga ante su presencia es un futbolista que no ha entendido nada de lo que pasa a su alrededor. Incapaz de reconocer que lo que debía hacer, en lugar de provocar, era agachar la cabeza, sacar un pañuelo limpio del bolsillo y limpiar las botas que estaban a punto de marcar el cuarto gol del Barça en el Santiago Bernabéu. Lo que Pepe debía haber hecho es dar las gracias a Leo por coincidir con él en un terreno de juego y, tras el partido, pedir perdón por sus palabras y solicitar su camiseta para un día explicar a sus hijos que jugó frente al más grande de la historia. Pero el portugués pecó y blasfemó, haciendo el ridículo.