¿Qué se siente cambiar el mundo y que nadie lo note? #Emprendedores

Publicado el 23 septiembre 2016 por Cristianmonroy

El 17 de Diciembre de 1903, Wilbur y Orville Wright conquistaron el cielo y lograron transformar la manera en como las personas se transportarían alrededor del mundo.

Pero en ese momento, nadie lo notó.

Un trayecto en tren de Nueva York a Los Ángeles tomaba cuatro días. Para 1930, por aire, tomaba 17 horas. Para 1950, el viaje se redujo a 6 horas.

Qué el hombre pudiera por primera vez sentarse en una caja y literalmente volar era algo completamente innovador y maravilloso.

Pasaron días, semanas, meses y años… y nadie hablaba de eso.

Esta es la portada del New York Times del 18 de Diciembre de 1903, un día después del primer vuelo. Nada aparece al respecto:

19 de Diciembre de 1903, dos días después del primer vuelo. Nada aún:

20 de Diciembre de 1903, cuarto vuelo de los hermanos Wright, lograron mantenerse en el aire por cerca de un minuto. Sigue sin haber menciones en el New York Times:

Así siguió pasando el tiempo sin que hubiera noticias al respecto de la invención que estaba a punto de cambiar la historia.

La primer mención sobre los hermanos Wright en el New York Times llegó en 1906. Y fue hasta 1908 que se enviaron reporteros a observar lo que los hermanos habían logrado.

La historia es más común de lo que se podría pensar.

Las cosas nuevas no siempre son bienvenidas por la personas, de hecho suelen preferir lo que les resulta familiar, aquello que solo incluye pequeñas variaciones de productos ya existentes.

Los productos más innovadores, los que realmente representan un cambio, no son inmediatamente aceptados, a veces ni siquiera entendidos en un principio.

Alexander Graham Bell intentó vender la patente del teléfono (a pesar de no ser el inventor) a Western Union por 100,000 dólares y la empresa lo rechazó tachando al dispositivo como un juguete y a la idea original como una idiotez.

20 años antes de que Henry Ford popularizara el uso del automóvil, el Congreso publicó una advertencia al respecto:

Los carruajes sin caballos propulsados por gasolina pueden alcanzar velocidades desde 22 hasta 32 kilómetros por hora. La amenaza a nuestra gente por parte de vehículos de este tipo precipitándose a toda velocidad a través de nuestras calles, a lo largo de nuestras carreteras y envenenando nuestra atmósfera debería llamar a la acción legislativa de manera inmediata. El costo de producir gasolina va más allá de la capacidad financiera de la industria privada. Además, su desarrollo puede desplazar el uso de caballos, lo que arruinaría nuestra agricultura.

Por último, las impresoras 3D han tomado un papel muy activo en los últimos años, pero no se trata de un producto nuevo.

El sistema se presentó desde 1989:

Tuvieron que pasar dos décadas entre la invención y la etapa de adopción.

La lista de productos es larga y seguramente seguirá creciendo.

Al final, la invención es sólo la primer parte de la innovación.

Paul Saffo, profesor de la Universidad de Stanford lo pone de la siguiente manera:

Suelen tardar 30 años para que una idea nueva se integre en la cultura. La tecnología no impulsa el cambio. Es nuestra respuesta colectiva a las opciones y oportunidades presentadas por la tecnología lo que realmente impulsa el cambio.

¿Qué se siente cambiar el mundo y que nadie lo note?

Con información de | Collaborative Fund