Que se vayan a las cloacas

Publicado el 02 abril 2014 por Torrens

El martes, 1 de Abril iba en el Euromed de Valencia a Barcelona y debido a una avería en la línea paralela a la costa entre Tarragona y Barcelona el tren se desvió por el interior dando una considerable vuelta hasta la estación de Sants donde llegó con casi una hora de retraso. Si estas averías sucediesen muy de vez en cuando, no quedaría más remedio que tomárselas con calma, pero por su frecuencia ya están cerca de formar parte del folclore catalán.

Antes del desvío, y desde el mismo momento en que el tren entró en Catalunya fueron frecuentes y largos los parones en medio de nada que permiten al pasajero comprobar las características políticas, sociales, económicas y paisajísticas del lugar donde se interrumpe momentáneamente el viaje. Estos parones en medio del mapa son todavía frecuentes cuando se viaja en tren por Catalunya, aunque sea en Euromed y aunque no existan averías en la línea. Además, en Catalunya las averías en la red ferroviaria no son algo inesperado que sucede solo una vez cada varios años, sino algo cotidiano de frecuencia inferior a la mensual y cercana a la semanal, porque la infraestructura ferroviaria catalana debe estar en este momento todavía por debajo del nivel de equipamiento en que se encontraban los trenes británicos o franceses en los años sesenta del siglo pasado y además en Catalunya existen todavía varios tramos en los que hay solo una vía que comparten los trenes que circulan en ambas direcciones, y algunos de dichos tramos se encuentran en líneas tan congestionadas como la de la costa. No es extraño tampoco que en Catalunya haya excelentes museos ferroviarios, porque la misma red es un museo en movimiento. Cuando en RENFE se incorporan nuevos modelos de unidades, Catalunya es la última zona a la que llegan y cuando desaparecen unidades antiguas, la última zona por la que todavía circulan es también Catalunya.

Mientras RENFE me regalaba un no deseado recorrido turístico por Catalunya, me acordé que a mediados de Marzo Sixte Cambra, presidente del Puerto de Barcelona, convocó una rueda de prensa para informar que si el Ministerio de Fomento incumplía una vez más su compromiso de construir los accesos de ancho europeo al puerto y a la terminal de contenedores de Hutchinson, cuya primera fase se había comprometido por quinta vez  en 2013, pero de la que todavía no se ha ni tan solo iniciado la licitación, se producirá un grave colapso y se pondrá definitivamente en serio peligro la continuidad de las elevadas inversiones de Hutchinson en el puerto de Barcelona.

No fue por esa rueda de prensa que llegué a la conclusión que si el Ministerio ha incumplido reiteradamente los acuerdos con el puerto desde el 2004 es precisamente porque quieren reventar el proyecto de Hutchinson, porque ya lo sabía desde hace tiempo, pero fue una confirmación más. Este proyecto supone un considerable aporte a la creación de riqueza para el país, con especial impacto sobre una actividad, la exportación y el comercio exterior, que es la mejor herramienta contra la crisis, pero al efectuarse la inversión en Catalunya y tomarse la decisión en Madrid todas estas consideraciones desaparecen.

Esto ocurre en un país donde se han invertido, y se siguen invirtiendo, miles de millones de Euros en conectar la capital mediante líneas de alta velocidad con lugares donde celebran una fiesta el día en que toman el AVE más de seis pasajeros, pero que como compensación permiten que nuestros corruptos, ineficaces e inútiles altos funcionarios y cargos políticos de vez en cuando puedan viajar de la capital a su patria chica apoyando su ilustrísimo culo en un mullido y cómodo asiento de un veloz tren controlado por sistemas de tráfico de alta tecnología, que, a pesar de ello, sufren accidentes como el de Galicia porque tanto la Administración como la mayoría de sus gestores son idiotas.

Esta discriminación en infraestructuras, subproducto de la “inexistente” catalanofobia, se practica también en la mayoría de las grandes empresas oligarcas que en Madrid viven del BOE, y que cuentan con el apoyo del gobierno central para estafar a la ciudadanía en lo que quieran. Por referirme solo a las de un tipo, en mi zona de Barcelona, pagando como en toda España la electricidad más cara de Europa, nos hemos quedado tres veces sin luz en lo que va de año. El último de los apagones ocurrió el pasado jueves 27 de marzo, poco antes de las 10 de la noche. Estaba en el cine viendo una excelente y recomendable película: “Gran Hotel Budapest”, cuando se interrumpió la proyección durante cerca de media hora por corte de suministro eléctrico, y gracias a las luces de emergencia de la sala pude acercarme a la puerta del cine y contemplar la escena de toda aquella parte de Barcelona totalmente a oscuras. Un espectáculo cada día más difícil de ver en Calcuta o Tombuctú.

Se supone que Catalunya es un país desarrollado, pero paradójicamente soporta unas infraestructuras totalmente tercermundistas, y si nuestra red de autopistas es algo mejor se debe a que son todas de peaje directo u oculto, y encima ahora tendremos que colaborar, como todos los españoles, a rescatar las autopistas de peaje de los alrededores de Madrid.

No soy, ¿o debería decir era?, independentista, pero estoy harto, hasta la coronilla, cansado y asqueado de altos funcionarios y políticos corruptos, ineficaces e inútiles, solo interesados en ellos mismos y su partido, que no ven más allá de sus narices, a los que el país no les importa nada de nada, sean barceloneses, catalanes, españoles o europeos. Pero estoy en especial al límite de lo soportable con altos funcionarios y políticos nacionalistas del imperio hispano, que toman sus decisiones exclusivamente en función del quién y el donde, olvidando totalmente el cómo, el cuanto y el porqué, que desde hace siglos vienen aplicando su profunda idiotez a la gestión de este desgraciado país, y que, entre otras cosas, son los responsables de que Catalunya y los catalanes tengamos en España, desde hace mucho tiempo, el papel que tenían los judíos en el imperio del siglo XV, y cuando su imbecilidad acaba provocando el problema del soberanismo, no se consideran en absoluto responsables cuando el problema finalmente estalla, siguen acusando al objeto de sus absurdas fobias, y para evitar el problema, que no solucionarlo, se esconden detrás de leyes a las que estiran como una goma elástica interminable para adaptarlas a sus intereses, que todo lo cubren y todo lo justifican porque ellos lo dicen, y si no existen tales leyes se las inventan. Unos gobiernos imperiales que además han recortado en todo lo que afecta a la ciudadanía hasta traspasar el límite de lo razonable, mientras no han tocado para nada una Administración Pública tan desastrosa que en cualquier país civilizado la tirarían al estercolero y cuya reforma a fondo que le diese una mínima eficiencia y la pusiese al servicio del ciudadano, le daría un empujón para arriba impresionante a nuestra competitividad porque liberaría a las pequeñas y medianas empresas de la insoportable losa que les supone. Todo por no renunciar a sus privilegios, por mantener al país a su servicio en vez de lo contrario, que es lo normal, y para seguir disfrutando de la posibilidad de tomar impunemente decisiones públicas totalmente imbéciles y absurdas.

Mientras tanto, y debido sobre todo a esta pandilla de idiotas, la imagen de este país sigue estando al nivel de la más profunda cloaca internacional, y bajando.