En Dios, en un plano trascendental, las ideas están unidas de un modo indisoluble por la cadena de la verdad (como sucede con los números, que están todos en todos), por lo que no puede tomarse ningún elemento separadamente. Sin embargo, en un plano físico, las ideas materializadas en las causas segundas se oponen entre sí y están efectivamente separadas, siguiéndose de ello que el hombre no puede ser piedra, la piedra no puede ser cielo, etc.
Campanella se pregunta de dónde procede esta separación necesaria en el ámbito físico, ya que no está en la mente de Dios. Y concluye que tal distinción procede del no-ente, puesto que la esencia de lo finito sólo es inteligible si se considera todo lo que no es. No viene dada por el no-ente como realidad física, ya que éste no existe ni en Dios ni fuera de Dios, sino como realidad metafísica o privación trascendental de los entes finitos.
Así pues, cuando se dice que Dios crea el mundo de la nada, debe entenderse que Dios da el ser a las criaturas que no son por sí y que por su propia condición finita están rodeadas de nada e infinitamente penetradas por la nada.