En el lenguaje corriente, la palabra «creer» tiene varios sentidos. Puede significar «suponer», como cuando decimos: «Creo que va a llover». También puede significar «tener confianza», y mostrar que aceptamos lo que alguien nos dice. «Te creo», significa: «creo lo que dices, lo considero verdadero y actúo en consecuencia». Mi reacción muestra la confianza que tengo en mi interlocutor.
Cuando oímos hablar de Dios, también encontramos esta diversidad de sentidos. Para uno, decir «creo en Dios» significa «creer que Dios existe», o quizá: «Supongo que existe, pero no estoy seguro», o: «¿pero qué tiene que ver eso conmigo?». Para otra persona, decir «creo en Dios» tiene un sentido mucho más profundo, que lo compromete realmente. Es decir: «Confío en él y creo en lo que dice». «Creo a Dios». ¡Eso es fe!
En la Biblia, la expresión «tener fe» significa efectivamente «dar confianza», «apoyarse en», con la idea de solidez, de estabilidad. Esta solidez resulta del hecho de que la fe me liga a Dios, quien es verdadero, inmutable y poderoso. Forma una relación viva, establecida entre Dios y el hombre creyente.
La fe cristiana no es, pues, una simple creencia vaga y vacía, sino que produce esta convicción en lo más profundo de nuestro ser: lo que la Biblia dice es la Palabra de Dios. Tal seguridad produce un cambio radical: el que cree se vuelve a Dios. Entonces descubre no a un juez, como algunos lo piensan, sino a Aquel que salva y hace de nosotros sus amados hijos.
Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo.Hechos 16:31
Creyó al Señor, y le fue contado por justicia.Génesis 15:6
Por: La Buena Semilla.