¿Qué significa el paro?

Publicado el 22 marzo 2012 por Tenemostetas
Por Ileana Medina Hernández
"Si los jóvenes no siempre tienen razón, 
la sociedad que les ignora y les atropella se equivoca siempre"
François Miterrand

El tema actual más importante para los españoles es el paro. Hablamos de la "crisis", de la generación ni-ni (que no es tal), y de su consecuencia más nefasta, el alto índice de desempleo, que afecta sobre todo a los más jóvenes y los mayores, o sea, a todos excepto a esa franja privilegiada de gente superproductiva entre los 30 y los 45 años (por otra parte, la franja de edad donde se supone nos reproducimos, así que no hay lugar para los niños).
Próximamente, se celebrarán en Gran Canaria unas Jornadas Europeas para el Empleo Joven en Canarias. Son unas jornadas con cartel de lujo, organizadas por el Servicio Canario de Empleo, y en cuyo comité organizador también participa la Dirección General de Juventud, las dos universidades públicas canarias, sindicatos y federaciones de empresarios. El sistema educativo preuniversitario no está representado. Parece que se supone que el tema del empleo, la emprendeduría o la profesionalización comience en la universidad.
Se habla mucho de la emprendeduría como solución para el desempleo y para la crisis, y yo también lo creo. De hecho la primera conferencia prevista en las Jornadas se llama VIVIR SIN JEFES. ¿Quién no quiere? O al menos, con los mínimos jefes posibles. Imagino un futuro de trabajadores autonómos y microempresas, donde la gente trabaje en lo que le gusta, conoce y cree en lo que hace, y se realiza a la vez que gana dinero suficiente para vivir, y coopera con otras microempresas de gente igualmente feliz.
Pero un emprendedor es ante todo una persona con ciertas habilidades, con creatividad, con imaginación, y con suficiente autoestima y confianza en sí mismo. Una persona que se conoce a sí mismo y cree en sus fortalezas, en aquello que tiene para ofrecer a los demás. Justo lo que el sistema educativo se empeña en que no tengas durante los más de 20 años que dura la escolarización.
Para cuando los jóvenes  dejan de estudiar o salen de la universidad, ya arrastran muchos años de escolarización donde se les ha enseñado lo contrario de aquello que caracteriza a un emprendedor: a estar sentado en un aula muchas horas diarias, a obedecer, a callarse, a no salirse de la línea, a cultivar un solo tipo de inteligencia (o en el mejor de los casos dos, la lógica-matemática y la lingüística, pero todo el mundo dice aquello de "yo era de letras") y a sentirse un fracasado si no aprueba unos exámenes diciendo lo que el profesor quiere escuchar.
A mi hija de 4 años ya le están coartando de cierto modo su espíritu creativo y emprendedor: se pasa horas haciendo fichas en las que no puede salirse de la línea de puntos, en las que no puede salirse del dibujo. ¡Pero si son los que se salen del dibujo los que van a llegar a crear lo que no existe!
De la crisis actual solo se saldrá con un cambio en el sistema productivo que también implica un cambio total en el sistema educativo, y por tanto, en nuestro sistema vital. Un sistema en el que trabajemos y estudiemos para vivir, y no vivamos para estudiar y trabajar. En el que el trabajo no sea una esclavitud encima ahora devenida privilegio, sino un medio para alcanzar un fin: una vida plena.
Como todos sabemos, desde el siglo XV más o menos, el Renacimiento y luego la Ilustración trajeron el nacimiento de una nueva clase, la clase comerciante y burguesa, cuya evolución puede considerarse el origen directo de las actuales "clases medias". Sin embargo, en la práctica y reduciendo el caso a España por ejemplo, hasta los años 50 y 60 del pasado siglo, el trabajo para la mayoría de la gente era muy duro. Había tres señores dueños de la tierra, y un médico y un abogado en cada pueblo (que junto con el cura, el alcalde y el señor feudal, formaban la oligarquía patriarcal). El resto, tenían que trabajar muy duro para sobrevivir, en el campo o en oficios muy duros (carboneros, mineros, obreros de las fábricas, etc.).
Tras la Segunda Guerra Mundial, la aspiración de todas las familias para salir de la pobreza era que sus hijos "fueran a la universidad". Hacerse médico, abogado, arquitecto o ingeniero, se convirtió en la forma directa de acceder al paraíso de la "clase media".
Los niños y jóvenes sólo debían hacer una cosa: estudiar. Estudiar y sacar buenas notas, cumplir con las expectativas de los maestros, obedecer e "hincar los codos". En el mejor de los casos, aprender ya no memorísticamente, sino razonadamente, pero siempre sobre el papel. Ir a la escuela en sí mismo ya era un privilegio, pues hasta hace muy poco, la mayoría de la población era analfabeta.
La escolarización se convirtió así en el camino, prácticamente el único camino, de acceso a la cultura, al conocimiento, y posteriormente al mercado laboral. En apenas 50 años, se creó prácticamente una universidad en cada ciudad, y un gran "ejército" de profesionales y graduados universitarios copó todos los centros de producción y de conocimiento.
Hoy en día, la cantidad de graduados universitarios es tal, que el mercado laboral no puede absorberlos. Hasta hace muy pocos años, digamos que lo teníamos relativamente fácil: usted era un buen estudiante, hacía los "deberes", y automáticamente, al graduarse de abogado, médico o veterinario tenía el trabajo asegurado, un despacho propio y la vida resuelta.
Ahora nos encontramos con que no es así. Una gran cantidad de licenciados en Economía, Derecho, Psicología, Filología o Bellas Artes, no encuentran salida laboral. Graduarse de la universidad ya no es garantía de nada. Para diferenciarse de la "masa", el título ya no es suficiente, (las universidades privadas ofrecen hasta dos títulos a la vez), ahora es necesario tener además dos másteres, seguir prolongando hasta el infinito la vida estudiantil  (o sea, más de los mismo), cuatro idiomas, unas prácticas en el extranjero, y aún así, tener la suerte de encontrar una plaza de becario. Acumular durante más de 20 años, una cantidad de conocimientos y esfuerzos innecesarios, que luego ni siquiera hacen falta para el puesto de trabajo, porque luego, lo que de verdad harás allí, lo aprenderás sobre la marcha.
A la vez, España sigue manteniendo sin embargo grandes cifras de "fracaso escolar". Tenemos pues dos problemas: alcanzar el "éxito escolar", no es garantía de nada. No alcanzarlo, es garantía de menos. El 30% de nuestros jóvenes no termina la secundaria.
Esto hay tres maneras de verlo:
1) tenemos que hacer algo para que la casi totalidad de nuestros jóvenes alcance niveles altos de escolarización, o sea, se ajuste al sistema educativo tal como está y sobreviva en él, o
2) tenemos que dejar de pensar que el fracaso escolar significa fracaso vital, y pensar que los jóvenes que no "sirven" para la escuela sirven para otras cosas igualmente valiosas (dignificar oficios y profesiones mucho más diversas) o
3) tenemos que cambiar el sistema educativo de modo que en él quepan todos los tipos de habilidades, inteligencias y talentos diversos desde la infancia, sacando a los niños de las (j)aulas y devolviéndoles la posibilidad de cultivar talentos diversos: corporales, musicales, sociales, con la naturaleza, etc... todos igualmente valiosos.
Yo me inclino por una mezcla del segundo con el tercero. Ni el fracaso escolar tiene por qué significar el fracaso vital, y las escuelas tienen que cambiar ya. Ahora mismo.
El sistema educativo hasta ahora estaba diseñado para formar seres homogéneos, capaces de hacer tareas repetitivas como mano de obra. El siglo XXI exige lo contrario: un sistema educativo que abra el abanico a la inmensa posibilidad de los talentos humanos, para que desde ahí, desde el talento personal, desde la pasión, desde la creatividad, la autoestima y la confianza en uno mismo, los jóvenes innoven, inventen, fabriquen, emprendan un nuevo sistema económico más diversificado, más justo, más libre, más creativo, más divertido, más variopinto, más humano.