Qué son los dumbphones, teléfonos que ganan adeptos

Publicado el 18 diciembre 2024 por Lauratuero @incubaweb

En el siglo XXI, los teléfonos inteligentes se han convertido en una herramienta indispensable en la vida cotidiana. Sin embargo, la hiperconectividad que facilitan y, en muchos casos, fomentan, está comenzando a generar tensiones entre los usuarios. Según datos de Statista, en España casi el 50% de los usuarios de smartphones pasa entre una y cuatro horas diarias conectado a internet desde su móvil, mientras que algo más del 4% supera las ocho horas diarias frente a la pantalla. Esta constante conexión, sin embargo, no siempre se traduce en mayor felicidad o productividad.

El Estudio Generación SPCial sobre hábitos de desconexión digital, enfocado en jóvenes españoles de entre 18 y 35 años, revela que el 75,5% de ellos se ha planteado reducir el tiempo que dedica al uso del móvil, y un 56,5% ha considerado realizar una desintoxicación digital. En este contexto, los llamados dumbphones están ganando popularidad. Estos dispositivos, que carecen de conexión a internet y limitan su funcionalidad a llamadas, SMS y juegos básicos, ofrecen una vuelta a la sencillez de los años noventa, ayudando a los usuarios a desconectarse del mundo digital y recuperar el control sobre su tiempo.

¿Qué son los dumbphones y por qué ganan adeptos?

El término dumbphone «hace referencia a un tipo de dispositivo básico, con un nombre relacionado con el concepto de teléfono tonto, para hacer una distinción clara con los smartphones o teléfonos inteligentes, que ofrecen una gama muy amplia de funcionalidades y la posibilidad de instalar distintas aplicaciones», explica Silvia Martínez, profesora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC, y directora del máster universitario de Social Media: Gestión y Estrategia, también de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

La clave de los dumbphones es que únicamente ofrecen funcionalidades básicas, por lo que eliminan de raíz los problemas relacionados con la hiperconectividad, más vinculada al uso de internet, de aplicaciones de mensajería, de redes sociales y de programas de productividad y entorno laboral, como el correo electrónico. «Pueden tener pantalla táctil o a color, pero carecen de esas funcionalidades que nos ayudan a estar más conectados», añade la profesora, quien también es investigadora del grupo GAME.

En este sentido, los dumbphones «se orientan en su marketing a personas mayores que no se han adaptado a los smartphones y prefieren usar un terminal ‘de los de toda la vida'», explica César Córcoles, profesor de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación, y director del máster universitario de Desarrollo de Sitios y Aplicaciones Web de la UOC. Sin embargo, también podrían tener tirón entre padres preocupados, precisamente, por la adicción a las pantallas de sus hijos. «Un segundo mercado que está surgiendo, ahora que se ha extendido un movimiento que quiere alejar a niños y preadolescentes de las pantallas, es el segmento de edad que va de los doce a los dieciséis años, con padres que preferirían aplazar el uso del smartphone hasta los dieciséis, pero que sí quieren que sus hijos tengan un teléfono móvil», añade el profesor, investigador del grupo Technology Enhanced Knowledge and Interaction Group (TEKING).

En esta línea, el propio Gobierno de España, como respuesta al trabajo realizado por un grupo de medio centenar de expertos durante casi un año, ha recomendado que los menores de dieciséis años carezcan de un teléfono inteligente y opten, en todo caso, por un móvil que sirva simplemente para que sus progenitores o tutores legales puedan comunicarse con ellos cuando sea necesario.

Además, el grupo de expertos ha recomendado que los dispositivos móviles que se vendan en España incluyan un aviso sobre la «peligrosidad» que pueden presentar en términos de adicción a las pantallas por parte de niños y adolescentes. Asimismo, establece una posible introducción progresiva de las pantallas en niños, en línea con las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que sugiere la prohibición total en menores de un año y un uso de máximo una hora al día hasta los cinco años. El Gobierno, además, baraja elevar la edad mínima para registrarse en redes sociales de los catorce años actuales a los dieciséis.

Todas estas medidas forman parte de un documento con 107 propuestas para mejorar la relación de los menores con la tecnología, y que caminan en la línea de una «desintoxicación digital» en la que los dumbphones parecen cobrar especial protagonismo.

¿Una solución viable o una moda pasajera?

Es difícil calcular cuántos dumbphones se venden en España actualmente, aunque el estudio de SPC recoge que el 12,2 % de los usuarios ya ha cambiado su teléfono inteligente por un «teléfono tonto». «Se está escuchando más esa tendencia de que generaciones más jóvenes y digitales están buscando aproximarse a este tipo de dispositivos porque dedican muchísimo tiempo a estar conectados, ya que su vida gira en torno a esas aplicaciones a las que se conectan desde su móvil», apunta Silvia Martínez. «El hecho de carecer de estas opciones de conectividad les ayuda a marcar distanciamiento y a disfrutar mejor de su tiempo, con alternativas de ocio y distracción», añade la experta.

Sin embargo, el papel de los dumbphones en el parque de dispositivos móviles todavía es residual, aunque ganen adeptos sin distinguir generaciones. «Algunos pueden pensar que este tipo de dispositivos ayudan a no caer a la tentación, pero otros prefieren buscar otros recursos, como tener alertas del tiempo que llevan conectados o con la pantalla activa», explica la profesora. Casi el 28 % de los usuarios ya comprueba a través de registros y aplicaciones qué uso hace de determinadas aplicaciones, como las redes sociales, aunque eso tampoco está exento de riesgos. «No es conveniente delegar exclusivamente en la tecnología nuestro problema con el uso que hacemos de los dispositivos, o que hacen determinadas empresas de nuestro tiempo a través de esa misma tecnología», apunta Córcoles.

Otros usuarios, por el contrario, querrían ir más lejos: hasta un 38 % desearía desinstalar las redes sociales de su dispositivo, algo que se puede hacer de forma radical o, como sugiere el experto, más suavemente, eliminando las aplicaciones en cuestión de la pantalla de inicio del teléfono, o trasladando su uso al navegador web y no desde las propias aplicaciones, con un acceso más farragoso a sus funciones.

En todo caso, por ahora falta una solución única para regular el tiempo que se dedica a la conectividad, así que será cada usuario el que elija hasta dónde llegar: si limitando el tiempo de exposición o, directamente, eliminándolo con un dispositivo sin estas capacidades. En cualquier caso, el consejo que dan expertos como Silvia Martínez es «tomar consciencia del punto de dependencia o alta exposición que tenemos, y tener la voluntad de cambiar hábitos y rutinas». Aunque los dumbphones podrían ayudar en esos objetivos, la realidad, hoy en día, es que «es difícil que tengan una penetración lo suficientemente alta en el mercado como para preocupar a los grandes fabricantes de smartphones«, razona César Córcoles. Sea como sea, la tendencia está en marcha y habrá que ver quién gana la batalla: si los usuarios hiperconectados o aquellos que desean regresar a un pasado menos digital, pero quizá más consciente del mundo real.

Fuente: UOC – César CórcolesSílvia Martínez