La vida de este pariente de búhos y lechuzas, que cruza el Sáhara en primavera para pasar el verano en nuestra región, no desmerece a sus extraños nombres: se dedica a la difícil labor de cazar insectos al vuelo en plena noche, ayudado, se dice, de los "bigotes" que rodean su boca, cada uno consistente en una pluma tan modificada que parece un pelo. Al capturar insectos en el aire, curiosamente el chotacabras desempeña el mismo papel que el vencejo (Apus apus), pero vencejos y chotacabras están separados totalmente por sus horarios. En nuestro ecosistema, la pareja de chotacabras pasa el día adormilada entre unos romeros, invisibles con su plumaje abigarrado, y alza el vuelo ya con las primeras estrellas, cuando hace ya tiempo que los vencejos terminaron su jornada. Nuestro par de engañapastores, durante el turno de noche, seguramente da cuenta de especies de insectos muy distintas de las que comen los vencejos durante el día. Así que, a efectos prácticos, aunque zumayas y vencejos coexistan en el mismo lugar y se alimenten en el aire y del mismo tipo de presas, en realidad viven separados casi por completo. Este tipo de separaciones entre especies que explotan un mismo recurso constituye una de las maneras en que están organizadas las especies de una comunidad.
¿Qué sucedería si vencejos y chotacabras tuvieran el mismo horario? Entonces seguramente cazarían las mismas especies de insectos, y entrarían en competencia. Eso perjudicaría a las dos especies, e incluso podría ser que la especie más eficaz y frugal dejara casi sin comida a la otra, llevándola hacia la extinción. En fin, problemas, a fin de cuentas, que ambas especies evitan repartiéndose el día y la noche en sus cazaderos. Porque en la naturaleza tan importante como la lucha por la existencia resulta precisamente el evitarla... cuando es posible.