...Y llega el día. Lo reconozco, dormir no he dormido mucho, la verdad. Me había venido arriba con el tema de la entereza y el control pero tocotó, de eso ni un ápice. Un manojo de nervios es lo que soy ahora mismo. Me he pasado la noche repasando mi lista mental de cosas pendientes y calculando tiempos hasta las 14'15 que venga el taxi a reogernos. Porque de poder haberlo tenido todo casi listo ayer, mi rubio de 3 no pudo hacerme la tarde más imposible, porque él lo vale. Consecuencias de no haber querido dormir la siesta.
Así que aquí me tienes con el tercer café, un Ibuprofeno para mi estado premenstrual (Murphy, ven a mí) y tratando de evitar con poca suerte de que el de 7 se lleve al fregadero mi tazón lleno constantemente, afán ordenatorio desmedido. Una sensación agridulce me recorre el alma. Mucha, mucha ilusión y emoción por los reencuentros que nos esperan. Tantas ganas de ver a tanta gente, y esas calles. Además, es feria, ¡qué mejor recibimiento! Pero mucha, mucha pena por lo que dejo aquí. ¡Quién me iba a decir a mí, 7 años atrás, cuando llegué llorando a Madrid que me marcharía igual, llorando! Y sí, hemos pasado unos primeros años muy duros, pero también nos han sucedido cosas fantásticas, entre otras mis hijos.
Pero, a pesar de no echar de menos tantas cosas, me dejo una parte de mí. Las vivencias, para bien o para mal nos marcan y nos definen. Nos construyen, y ahora sólo me vienen a la mente momentos buenos.
Lo sé, es el estrés y las hormonas. En cuanto aterrice, respire y me de un "rule" con el coche todo se desvanecerá y cambiaremos el chip.
Nos vemos pronto, muy pronto.