En ese momento y como siempre oliendo a vainilla llego Karen, usaba ese mismo perfume desde que la conocía. Tenía el cabello negro como el ebano. Nunca se lo habia teñido. Bueno, eso es lo que ella decia.
– Caramba, podrías a ver tardado un poco más ¿no crees? Le dijo poniendo los ojos en blanco. Karen se caracterizaba por siempre llegar tarde. Ya estaba acostumbrada pero hoy era diferente, estaba pendiente del trabajo y eso la molesto.
– ¡Sorry Hanna! Pero es que ya sabes como soy – la saludo con un beso en la mejilla mientras se sentaba. Tomo un sorbo del café de Hanna- ¡Guacala! en serio que no se ¿Cómo puedes tomar eso sin azúcar?
– preguntó arrugando la cara.
-Sí tiene, solo que no me gusta como te gusta a ti – contestó volviendo a
mirar la tarjeta. Y riendo otra vez.
-¿Qué tienes ahí? ¿Por qué tienes esa cara?- le quito la tarjeta de las manos – Rodrigo D´isidoro-Publicista- leyó en voz alta – Este hombre debe ser perfecto, como mínimo. Porque para que tú tengas esa cara de tonta. Cuesta. – Dijo soltando carcajadas como loca.
– No digas tonterías- ahora fue ella quien le quito la tarjeta de las manos. – Es solo alguien que conocí mientras tú, llegabas TAAAAARDE. -Dijo haciendo énfasis en la ultima palabra – Ahora dime, ¿Donde es la tienda de tu amiga?.- Preguntó guardando la tarjeta en la cartera. Y poniéndose el cabello a un lado.
– Hanna, sobre eso tengo malas noticias.
– ¿Qué pasa?
– Mí amiga le dio el puesto a una prima que vino de su pueblo. Dijo mirándola con pena – Lo siento. Susurró
– Tranquila, últimamente nada me sale bien.
– No digas eso, ya vendrá algo por ahí, ya veras.
– Lo peor es que mi cuenta ya esta casi en cero. A este paso tendré que salirme del apartamento antes de que me echen. Ya no tendré como pagar y ni te digo de la comida. Seguro moriré de hambre debajo de un puente. Me encontraran meses después y solo me reconocerán por mi tatuaje – Se quejo revolviéndose el cabello.
– ¿Qué tatuaje? Sí no tienes. Se río Karen
– Bueno recuérdame que tengo que hacerme uno.
– No digas eso. ¿entonces para que estoy yo, que soy tu amiga?. Dijo llevando una mano al pecho. Haciéndose la ofendida – Sabes que puedes irte a mi casa y por la comida, bueno, tendrías que compartirla con fhilomena. -bromeó y soltó la risa. Fhilomena era su gata. Hanna no pudo evitarlo. Terminaron riéndose las dos. Así era Karen la hacía reír hasta en situaciones como esa.
– Y hablando de todo. ¿Quién es ese publicista? Cuéntamelo todo. Y como es él en que lugar se enamoro de ti… Empezó a cantar esa conocida canción de José Luis Perales.
– No, no cantes. Le tapo la boca mirando a todos lados. – Pensaran que estoy loca por andar contigo. Dijo riendo
al tiempo que le contaba como había conocido a este hombre. Y de que, ahora no estaba segura de haberle dicho que sí, es más no vendría mañana a la cita. No, de ninguna manera. Seria una total locura. Ella no era así. Pensó.
– Conclusión, el hombre esta buenísimo, ya lo conocías pero como cosa rara no te acuerdas, le gustas y quiere volver a verte. Dime ¿Qué tiene de malo?. Preguntó con un suspiro sonoro. Poniéndose las manos a ambos lados de la cara.
– Nada, pero…
– Pero nada, ya paso tiempo Hanna. No tiene nada de malo conocer a alguien. Además no es que te vas a casar con él, solo es un café.
Sabia en el fondo que su amiga tenia razón pero igual no se sentía preparada para conocer a nadie. Quería quedarse con lo que ya tenia, sus recuerdos, ¿Para que crear nuevos? Sí los que tenia eran los mejores ¿Para que complicarse la vida? Pero seguía pensando en lo que sintió, por la forma en como la miraron esos ojos verdes.
– Déjame que lo consulte esta noche con mi almohada ¿Sí?
– Ok, pero me avisas, estaré pendiente.
– Te agradezco tanta preocupación amiga- le dijo moviendo la cabeza en tono reprobatorio, mientras se levantaba y dejaba pagado el café. Salieron del local despidiéndose con su acostumbrado beso en la mejilla. Quedaron en escribirse por cualquier cosa. Y cada una se fue por su lado.