Hace justo quince años, el 17 de enero de 1998, una página de Internet, la “Drudge Report”, publicaba cómo el prestigioso semanario Newsweek retiraba de sus páginas una información relativa a una historia de relaciones sexuales que el entonces Presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, había mantenido en la Casa Blanca con la becaria de 21 años, Mónica Lewinsky. Una joven, alegre, atrevida e ingenua muchacha que es seducida por los encantos del Poder y que hace estallar el escándalo por sus confidencias a una “amiga” del Pentágono que grabó las confesiones. Si no llega a ser por el arrojo de ese modesto medio digital, cuya entrada acerca del denominado caso Lewinsky fue reproducida días después en primera página por The Washington Post, tal vez hoy nadie conocería ese affaire amoroso del ocupante rijoso del Despacho Oval, ni hubiera sido tan patente aquella máxima de Disraeli sobre la política: “el arte de gobernar a la humanidad mediante el engaño”.
Tampoco hay que olvidar que Bárcenas está, además, imputado en el caso Gürtel, la trama de corrupción vinculada al PP -que también fue destapada por el mismo diario-, por los indicios que lo señalan como uno de los destinatarios del dinero con que Francisco Correa, el cabecilla de la trama, “lubricaba” sus chanchullos en la Comunidad de Madrid, entre otras administraciones. Al estar siendo investigado en el Tribunal Supremo por presuntos delitos de cohecho y contra la Hacienda Pública, Bárcenas se vio obligado a dimitir como tesorero del PP en 2010, aunque su vinculación con el partido se ha mantenido hasta la actualidad, como demuestran las últimas revelaciones periodísticas.
Y eso es lo que tienen en común Bárcenas y Mónica Lewinsky: les une la mentira consustancial al Poder