por Marcelo Berenstein
Cuando tienen una idea, hay emprendedores que suelen sentir que están frente a la oportunidad de cambiar, no solo su vida sino también el destino del mundo.
Creen firmemente en su fuego interno y tienen muy alta la vara de la autoestima. Y si esa idea falla, lo intentan con otra o con otra o con otra más, hasta que cumplen sus sueños y objetivos.
Es el tipo de emprendedores que alcanzan el éxito, que generan negocios de alto impacto, innovación, riqueza e inclusión social.
Es el tipo de emprendedores por el que apuestan los business angels, las incubadoras y las company builders. Los inversores ya no “compran” ideas sino que invierten en equipos emprendedores porque saben que las ideas son el 10% del suceso pero que el 90% es gestión.
Las ideas buenas abundan pero equipos de gestión comprometidos y efectivos escasean. Muchos emprendedores creen que las ideas son las que valen y se olvidan que lo más valioso de un negocio no está en la cabeza sino en el alma. Claro que una buena cabeza es importante al frente de una empresa, pero si esa cabeza no tiene el espíritu fuerte, servirá de poco y nada.
Hay un cuento muy inspirador que nos revela donde está la importante
“Un niño negro contemplaba extasiado al vendedor de globos en la feria del pueblo. El pueblo era pequeño y el vendedor había llegado pocos días atrás, por lo tanto no era una persona conocida….
En pocos días la gente se dio cuenta de que era un excelente vendedor ya que usaba una técnica muy singular que lograba captar la atención de niños y grandes.
En un momento soltó un globo rojo y toda la gente, especialmente los potenciales, pequeños clientes, miraron como el globo remontaba vuelo hacia el cielo.
Luego soltó un globo azul, después uno verde, después uno amarillo, uno blanco…
Todos ellos remontaron vuelo al igual que el globo rojo…
El niño negro, sin embargo, miraba fijamente sin desviar su atención, un globo negro que aún sostenía el vendedor en su mano.
Finalmente decidió acercarse y le preguntó al vendedor:
- “Señor, si soltara usted el globo negro. ¿Subiría tan alto como los demás?”
El vendedor sonrió comprensivamente al niño, soltó el cordel con que tenía sujeto el globo negro y, mientras éste se elevaba hacia lo alto, dijo
- “No es el color lo que hace subir, hijo. Es lo que hay adentro”.
Marcelo Berenstein
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