¿De dónde sale el desmedido protagonismo de esas tres agencias de rating o calificación de riesgo que están espantando al mundo? ¿Por qué los Estados se atienen a sus dictámenes y los dan por buenos cuando se trata de países en la cola del desarrollo del primer mundo? ¿Cómo confeccionan sus diagnósticos y quién les franquea la información necesaria para formularlos? ¿Por qué de un puñado de personas, cuya honestidad y competencia están por demostrar, depende la suerte financiera de las naciones con todos los desajustes que provocan a la sociedad?
Sus auditorías deben ser muy solventes a juzgar por el alboroto que suscitan en el orbe capitalista. Pero ¿de dónde procede su propia solvencia, credibilidad y moralidad y por qué hemos de creer en ellas? Y aunque fueren honestas y competentes, ¿quien califica a las agencias de calificación?