Como heredero de la generación rock creo firmemente que mantenemos esa deuda con él. El rock sigue siendo un reducto casi maldito, origen de muchas de las desgracias sociales, acusado y juzgado de hechos incongruentes, declarado culpable sin juicio justo.
Sin embargo, como todo, el rock en sí mismo es un gran amalgama socio cultural donde convergen ideas y actitudes normalmente relacionadas con la rebeldía. Vale, hasta ahí podemos estar más o menos de acuerdo.
Para juzgarlo hay que analizarlo, pero todo hacerlo con una mente abierta y así comprenderlo mejor. Entonces sí, reconocer sus virtudes y también sus pecados.
El rock tiene asociada una conducta rebelde sí, ¿y no la tiene la juventud, sea o no sea influida por el rock? Pero sobre todo el rock es mucho más que rebeldía; es una manifestación musical, lingüística, y es fiel reflejo de los valores viejos y nuevos de una sociedad en transformación.
Llegados aquí ¿vamos a hablar sólo de rock? Hablaremos de rock, si, y también de marketing. Pero sobre todo hablaremos de la influencia entre ambas visiones, el rockmarketing,
Pero bueno, ¿qué es el marketing? Un proceso de intercambio de productos y servicios donde intervienen una serie de agentes; compradores y vendedores, y un entorno social, económico y cultural determinado.
En todo caso el rock ha necesitado siempre de un canal de comunicación para hacerse grande. Los clubs o las emisoras de radio locales no tenían esa capacidad, así que nacieron revistas y grandes emisoras de radio que dieron cancha a expandir de forma total esta nueva música que algo tenia, pues volvió loca a dos generaciones. Y así abrieron el campo de estilos y grupos.
El paralelismo es lo suficientemente revelador como para que yo, amante de ambas disciplinas, marketing y rock casi por igual, pase por alto la oportunidad de indagar sobre ello a modo de ensayo.
Este nueva perspectiva del rock dará grandes sorpresas y descubrirá aspectos ocultos que seguro desconocías.