Queen Mary 2: Una inolvidable aventura escandinava

Por Nacho22 @nuestromundovia


Tengo que reconocerlo. Hay algunas  veces en la vida que nos formamos una opinión firme de algo o alguien solamente por la información, mucha o poca, que nos llega o hemos sido capaces de recopilar. Y más aún en estos tiempos de saturación informativa que nos ofrece internet, que deja poco espacio para la sorpresa o el descubrimiento de las cosas. Pero esta es una de esas raras ocasiones en las que navegar en otra naviera diferente ha sido una gratísima experiencia y una sorpresa mayúscula.

Hacía tiempo que tenía ganas de embarcarme en la reina de las reinas, en el único y original transatlántico, el  Queen Mary 2. Lo único que nos echaba un poco para atrás, por lo que habíamos leído, era la excesiva rigidez y conservadurismo de una naviera con tanta historia como la Cunard, que quizás pensábamos nos podría llegar a incomodar en algunas ocasiones. Pero la verdad es que hemos venido encantados, con el propio barco, con el servicio, con las cenas, con el ambiente...Increíblemente, después de que cerráramos los bares y loungues en los últimos cruceros en Holland América y en Celebrity, en este crucero por los fiordos en el Queen Mary 2 ha habido ambiente hasta bien avanzada la noche. De hecho cuando nos retirábamos a descansar de madrugada siempre quedaban un buen número de pasajeros en la disco o sentados charlando en alguno de los encantadores salones del QM2. Pero iré por partes, ya que a pesar de haber resultado un gran crucero, tiene cosillas claramente mejorables.

Cuando estábamos a punto de llegar a la peculiar estación marítima de Hamburgo, no puedo negar que tenía ciertas cosquillas rondándome por la barriga. Y fue dar la curva con nuestro coche y....... allí estaba........luciendo elegantemente su casco oscuro y su silueta inconfundible. Yo ya quería subir de inmediato, pero primero teníamos que vaciar el maletero del coche y entregar el voluminoso equipaje al servicial y amable personal de puerto de Hamburgo. Y además quedaba llevar el coche al aparcamiento donde pasaría los siguientes nueve días, así que tuve que controlar mi impaciencia. Pero una vez dejado, ahora si que ya se acercaba el momento de abordar al QM2.  El check-in fue muy rápido y ágil debido a la gran cantidad de mostradores disponibles, y la verdad que el premio a la originalidad se le debe dar a la estación de cruceros de Hamburgo, hecha casi en toda su totalidad con contenedores de barco.


Una vez a bordo nos dedicamos a explorar el Queen Mary 2, comer alguna cosa y tomarnos un refrigerio hasta que llegó la hora de zarpar rumbo al Mar de Noruega. Por comentarios que había leído sabíamos que los alemanes se toman muy en serio la despedida y el acompañamiento del QM2 en su navegación por el río  Elba, pero todo lo imaginado se iba a quedar corto. Jamás habíamos contemplado un espectáculo semejante. Decenas de miles de personas abarrotaban los muelles aledaños a la estación marítima, los muelles ribereños del paseo marítimo de Hamburgo, cualquier rincón, esquina  o mirador elevado era bueno para contemplar la plácida navegación del Queen Mary  2 por el río, acompañado por decenas de embarcaciones particulares y cruceros turísticos que vendían la partida de QM2 como un aliciente turístico más de Hamburgo. Pero después de casi dos horas de navegación por el río Elba, los pueblos ribereños estaban atestados de personas saludando y lanzando cohetes y fuegos de artificio mientras el trasatlántico correspondía con estruendosos toques de bocina. De verdad que fueron unos momentos muy emotivos que no olvidaremos fácilmente.


Entrando en el barco en si nos ha gustado mucho. De decoración elegante pero discreto y sin estridencias destacables. Lo más significativo de él es que se nota en muchos detalles que es un barco diferente, que es un trasatlántico y no un barco de crucero tal como se entienden hoy. Exteriormente la cubierta promenade está situada extraordinariamente alta, con los balcones de los camarotes inferiores incorporados a la chapa del casco, está preparado para soportar las embestidas del Atlántico norte. Y luego están sus cubiertas escalonadas en la popa, relativamente protegidas de los vientos, es una de zonas exteriores más bonitas del QM2.  Interiormente resulta sorprendente que disponga de una especie de promenade interior que, a través de rampas y algún escalón abraza al teatro y al Iluminations por los lados, y permite pasear por todo el perímetro del barco a resguardo de las inclemencias meteorológicas. Además la gran biblioteca, los cómodos sofás de bares y loungues donde mantener largas horas de charlas y la multitud de mesas de juegos enfrentadas a grandes ventanales panorámicos donde pasar las horas muertas le dan ese toque distinto  a este gran barco. Y no quiero olvidarme del fabuloso observatorio exterior justo debajo del puente de mando, que fue una pieza clave para mi en las navegaciones por los fiordos noruegos.

Ya dije que el embarque fue muy ágil, y nada más acceder al atrio una representación de la tripulación nos aguardaba para darnos la bienvenida. Nuestro camarote a mediodía ya estaba listo y apunto para acogernos. Un interior categoría D5, ya que el precio del balcón estaba por las nubes, pero muy amplio y cómodo, con mucho espacio en los armarios para alojar todas nuestras galas. Nuestra camarera de cabina un encanto y pura simpatía y predisposición,  el equipaje llegó con gran prontitud y el detalle de la botella de espumoso francés en la cubitera enfriando, sumado a el diario de actividades en español todas las noches sin falta y sin tener que solicitarlo no podía presagiar mejor comienzo en nuestra primera andadura por la Cunard. La colección de amenities del cuarto de baño muy completa, albornoces y zapatillas y los bombones de cortesía por las noches le dan ese punto de más a esta naviera. Curioso el cuarto de baño alicatado con azulejos, al estilo de antiguos buques.

En el capítulo culinario, este crucero en el QM2 nos ha sorprendido, tanto positiva como negativamente. El primer contacto le tuvimos con el almuerzo del día del embarque, en el restaurante principal Britannia, nos pareció muy bueno y fue también la tónica general de las cenas en este crucero. Contrariamente a la idea que tenía, la gastronomía en el QM2 nos ha parecido muy buena en líneas generales. Los platos bien decorados, con unas entradas muy logradas y las carnes perfectas, en el punto demandado por nosotros. Mención a parte requiere una de las cenas en donde se sirvió un buey excepcional, que casi hacía perder el sentido. Los postres bien elaborados y con aceptable variedad. El servicio recibido en el restaurante fue muy bueno por parte de nuestro equipo de camareros y del amabilísimo sommelier. Siempre pendientes de nuestros deseos, muy profesionales y con una perenne sonrisa en el rostro. Si algún pero hay que poner, quizás la excesiva dilatación de tiempo que a veces había entre las entradas y el plato principal, pero por lo demás hemos venido encantados. Por cierto que nos gustó la decoración del restaurante Britannia, que además podíamos contemplar perfectamente desde nuestra mesa, con la elegante vidriera del techo, aunque es cierto que si te toca por los alargados brazos de los costados del restaurante pierde bastante encanto. Continuando con el capítulo de la restauración, y como en casi todas las compañías, existe la posibilidad de ordenar el desayuno al camarote, visitar el bufet o bien tomarlo a la carta en el restaurante Britannia. Y esta última fue la opción que elegimos la mayoría de las veces  y que recomiendo, ya que la carta es de lo más extensa. Tema a parte es el bufet, ya sea en el desayuno o en los almuerzos. A la poca variedad existente se une el hecho de cerrar alternativamente alguno de sus tres lineales para labores de limpieza, lo cual induce a la confusión y a limitar aún más la oferta de platos, algo que puede frustrar a los incondicionales de los bufet. Para las cenas dejan de cortesía uno de los lineales y visten con manteles los restantes a modo de especialidades, con un cargo de 10$ por persona. La carta del  room service también es muy limitada en variedad disponible.

Una de las grandes sorpresas del crucero ha sido el ambiente nocturno y el ambiente en general. El pasaje estaba compuesto por unos 1200 alemanes, 400 británicos, 200 norteamericanos, canadienses y otras nacionalidades entre las que estaban 28 españoles y los cada vez más numerosos y habituales rusos. Algunos de los bares con mesas ocupadas a la una y media de la madrugada, la discoteca G32, cuyo nombre es un homenaje a la grada donde fue construido el QM2, ocupada hasta más tarde todavía y con música en directo de un fantástico  grupo caribeño, el mismo que amenizaba, y daba color y calor, a las fiestas de partida de los puertos de escala. Y que decir del magnífico salón de baile Queens Room, un éxito de ocupación y siempre lleno de animación y de virtuosas parejas de baile. La verdad, y a pesar de una media de edad algo elevada, es que se veía un barco vivo, con los bares y salones llenos de buenas conversaciones y ambiente relajado. Los espectáculos en el Royal Court Theatre algo flojillos salvo en un par de ocasiones en los que los musicales si consiguieron despertar toda nuestra atención. En ese aspecto si que nos llevamos un poquito de decepción, ya que es una de las actividades que más nos suele atraer en un crucero.
La ruta era otro de los alicientes de este crucero, al menos para nosotros que aún no conocíamos Noruega. No me imaginaba a este pedazo de trasatlántico de más de 150.000 tm navegando plácidamente por la estrechez de algunos fiordos. Los puertos a visitar fueron Alesund, Flaam, Stavanger, Oslo, Helsingor, Kristiansand  y Hamburgo.  Conocimos por pura casualidad a un oficial del Queen Mary2 que es el más antiguo en activo dentro de la compañía Cunard, José Alonso, un tinerfeño encantado con su trabajo, casado y divorciado en cinco ocasiones (y eso que en su juventud  iba para cura), y un apasionado de las gambas cocidas noruegas. Tuvimos una conversación larga e interesante y nos desveló muchos secretos del QM2. También tuvimos el placer de conocer a Feli, una valenciana de 81 años (aunque con pasaporte norteamericano) que vivía en Nueva York desde el año 1956, médico ya jubilada y que viajaba con una amiga, también doctora. Una tarde nos invitaron a tomar una botella de champagne en su amplio camarote, y allí entre otras cosas nos enteramos que, a parte de haber dado las dos  la vuelta al mundo en crucero, su amiga había navegado en el primer Queen Mary de adolescente, alucinante, estábamos enbobados escuchándolas. Sin duda unas personas encantadoras y con muchas experiencias interesantes que contar, y con nuestro compromiso de ir a Nueva York y llamarlas para ir a cenar. Nos prometieron llevarnos a uno de los mejores restaurantes de Manhattan.
             
En resumen, diría que este crucero ha sido una experiencia de lo más positiva, que ha sido toda una sorpresa para nosotros y que ha superado todas nuestras expectativas aunque bien es cierto que tampoco las llevábamos excesivamente altas, y que ya estamos deseando volver a embarcar en el Queen Mary 2 para poder disfrutar de este fantástico buque...y del commodore club, nuestro bar favorito en el Qm2.

El commodore club


Tomando el te en el Queens Room. Era una obligación probar la experiencia aunque........no me acaba de seducir


El elegante Chart Room


El Veuve Clicquot champagne bar, muy acogedor pero con poco éxito
El discreto y elegante atrio central
En el planetario del Illuminations pudimos ver un entretenido pase
El winter garden no nos atrajo demasiado
paseando por la promenade


Una bonita vista de las cubiertas de popa


Para ser el Mar de Noruega nos hizo un tiempo estupendo
Con un día así fueron una gozada  los paseos por esta elegante cubierta...aunque algo abrigaditos claro