Castrevenford, plena campiña inglesa. Hay un instituto; bueno, en realidad, son dos. Y un misterio enrevesado en que se ven involucrados algunos profesores y alumnos. Y también hay una entrega de diplomas y un manuscrito de Shakespeare. Y un sabueso medio tocado y aparentemente -solo aparentemente- cobarde que responde al nombre de señor Merrythought. Y hay, dejadas caer como semillas, estimulantes adagios latinos y citas de escritores ingleses. Y hay cottages y un pub, y una escena impagable en el bosque (sin duda, lo mejor del libro) donde somos testigos de la insospechada utilidad que puede llegar a tener una Biblia. Y Fen está aquí más detective que nunca. Y las gotitas de humor y sorna están diseminadas en su justa y cordial medida. Y hay, claro, un bólido petardeante. Y dos chicas valientes. Y un excursionista que se enamora. Y todo ello hilvanado con una gran pericia. Inteligentemente escrito. Y se disfruta yo diría que casi tanto o más -es mi caso- que La juguetería errante. Lo veo más redondo, más sólido, más policíaco. Lectura excelente y adictiva este Trabajos de amor ensangrentados. Hasta la próxima intriga, querido Gervase, querido Crispin.