Nunca se consideró un exiliado político. Había abandonado su tierra por un extraño impulso que se fraguó en tres etapas. La primera, cuando lo abordaron sucesivamente cuatro mendigos en la Avenida. La segunda, cuando un ministro usó la palabra Paz en la televisión e inmediatamente comenzó a temblarle el párpado derecho. La tercera, cuando entró a la iglesia de su barrio y vio que un Cristo (no el más rezado y colmado de cirios sino otro alicaído, de una nave lateral) lloraba como un bendito.
De puro distraído, Mario Benedetti
Dando por hecho que todos nos hemos portado este año, y los anteriores, como el culo, sólo os pediría una cosa, para mí y para cada uno de los españolitos de a pie que nos creemos clase media, cuando sólo somos clase mierda: valor.
Quizás para conseguirlo, debáis permitir que los que nos gobiernan por delegación del gran capital, sigan aplastándonos día a día, recortando derechos y libertades, pisoteando nuestra dignidad y, en definitiva,
Que ni borbones, ni botines, ni roucos, ni rajoyses, ni rubalcabas, ni mendeces, ni toxos, ni roselles, ni roiges, encuentren un puto centímetro cuadrado de tranquilidad en esta actual piel de buey y que vuelva a ser de nuevo piel de toro.
Y si veis que no hay manera de concedérmelo, os brindo una alternativa:
¡Por favor, qué este año 2014 llegue la fibra óptica a mi casa!