Canta el gallo,
despierto y te amo,
te amo y despierto.
Se cubre el rostro ante la duda de mis penas,
de querer quererlo todo,
a pesar de ti, a pesar de todo,
de ese susurro que crece
más lejos en el sentimiento
que cerca en lo que queremos.
El monstruo en que nos convertimos
llama a mi puerta, vende libros de saldo,
quiere una limosna o una barra de pan,
no le doy nada (estoy en ayunas),
tan sólo un apretón de manos,
sin ni tan siquiera mirarnos, enemigos eternos.
Ahora me llaman por teléfono,
no sé lo qué quieren,
hablan polaco, ruso,
no sé lo qué quieren,
el sonido me calla
con un grito de castigo
será él,
será Dios.
Parece muy tarde afuera,
en ese rincón de orina
que luego le atrapa con la confesión
de todas las ganas de quererla,
de querer quererte,
a pesar de ti, a pesar de todo.
Intento salir de esta trampa mortal,
pero alguien me agarra la angustia
con el rímel de sus labios,
otra vez el teléfono suena,
no disfruto, los nervios
de querer quererlo, idiota
a pesar de ti, a pesar de todo.