Llámame ingenua o mal pensada o cínica, o mujer de poca fe o todas esas cosas a la vez. No me creo nada de lo que dicen los políticos.
Llevaban tiempo diciendo que la largamente esperada sentencia sobre el Estatut de Catalunya estaba al caer (¡que son casi cuatro años!!). Intuíamos que se aprobaría más o menos en semana santa -fechas propicias para los milagros (como la legalización del partido comunista en su día)- y no andábamos tan desencaminados.
Uno de los temas peliagudos, el del preámbulo, que se refiere a si Catalunya es o no una nación, ha quedado resuelto de forma "salomónica" (según el telediario): es una nación, aunque en otro artículo se aclare que nación española sólo hay una.
Durísimas debieron ser las deliberaciones en el seno del Tribunal Constitucional para llegar a tan sesuda conclusión que sin duda dejará contento o descontento a todo el mundo. Los 100 preceptos recurridos por el PP se han quedado en 15. ¿Es que han entrado en razón o es que obtendrán algo a cambio?
En una pesadilla recurrente se me aparecen los imputados del caso Gurtel. Van vestidos de monaguillos y después de dejar su ofrenda ante la Virgen de los Desamparados, se van camino de Sevilla a solicitar el indulto al Jesús del Perdón.
Detrás, va bailando Salomé con la cabeza de Garzón en un plato.
Como el poder judicial es totalmente independiente del poder ejecutivo, sé que mis pesadillas no tienen otra explicación que no sea la del conocido efecto del incienso y las saetas sobre las neuronas.