Despierto.
Una neblina cruza mi mente, está oscura, perdida, quizá en algún sueño que ya no recuerda.
Aun sin abrir los ojos, creo ver sombras que se deslizan alrededor de mi cama,
aun sin ver, siento que hay alguien cerca de mí, que me mira, que me observa,
aun estando medio dormido, o medio despierto, sé que todo es real.
Y me intento mover.
Y no puedo.
Estoy atado de pies y manos,
cada uno de mis músculos está paralizado, quizá por miedo, o quizá por algo externo,
noto una fuerza que me mantiene contra la cama e impide siquiera que tiemble de terror.
E intento gritar.
Y no puedo.
Mis cuerdas vocales se quedan mudas e impotentes ante lo que está pasando,
necesito que alguien me ayude, que alguien venga a rescatarme de esta pesadilla que está durando demasiado,
pero no,
me falta el aire y los gritos son silencios,
me siento solo ante lo que está por venir,
nadie va a venir,
nadie va a venir.
Quiero abrir los ojos.
Y no puedo.
Y no sé si quiero.
Me pesan los párpados como mil demonios,
como si temieran ver mil fantasmas,
lo temo, si.
Temo abrirlos y que haya alguien a mi lado,
que la sombra deje de ser sombra y se convierta en figura,
en alguien de mi pasado,
o mi presente,
alguien que no exista.
Los abro, creo, aunque no estoy seguro.
Y sé que hay alguien, sin haberlo,
sé que alguien me observa, sin verlo,
sé que alguien me acompaña, estando la habitación vacía…
Y me duermo, y todo pasa pero todo queda.
Y no sé si ha sido real o fantasía,
ni quién había ni quien no.
Ni siquiera sé si soy yo.
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