Parecería obvio pensar que uno es el dueño de su dinero, sin embargo, existen muchos cocodrilos acechando, algunos vinculados a la propia naturaleza del dinero que implícitamente le restan valor.
Dicho lo cual, y una vez “filtrado” mi dinero, parecería que ya puedo disponer de él, pues todos los meses veo cómo se suma una cantidad en mi cuenta bancaria habida cuenta de mi nómina, sin embargo, ahí sigue sin ser mio: casi antes de que me entere, diversos actores reclaman su parte: el proveedor de electricidad, la empresa que me suministra agua corriente (los lujos se pagan), seguros (algunos obligatorios), alimentación, etc.
Hasta aquí, mi socio (estado) ha cobrado su parte, hemos pagado por los servicios necesarios para poder mantenernos con vida y dignidad, y por fin tenemos nuestro dinero, ¿verdad? pues parece que el estado es insaciable, piénsalo, podemos hacer dos cosas con el dinero ahorrado hasta aquí:
- Dejarlo en el banco: en este caso la inflacción se lo comerá a un ritmo medio del 2% anual
- Gastarlo: pero ojo, que cada vez que compres o consumas un servicio, y a pesar de que este dinero ya ha pagado sus impuestos cuando lo recibiste, deberás pagar como mínimo el impuesto sobre valor añadido, es decir, que alrededor del 20% nuevamente volverá al estado.
No soy yo quien diga que está mal pagar impuestos (no es ni bueno ni malo, simplemente es), lo que sí quiero es crear conciencia, y hacerte pensar la próxima vez que pises la calle, en si los servicios que recibes a cambio realmente valen lo que estás pagando por ellos, y por otro lado, si te permitieran apartar en un fondo de inversión durante diez años todo el dinero que pagas en impuestos cuál sería el monto resultante y si quizás podrías retirarte por el resto de tu vida.
Os dejo con esta cita de George Carlin:
“Ve a la escuela. Estudia. Consigue un empleo. Trabaja. Paga impuestos. Cásate. Ten hijos. Hipotécate. Mira la tele. Sigue la moda. Pide préstamos. Actúa con normalidad. Compra muchas cosas. Camina por la acera. Escoge entre este producto o este otro… y sobre todo, no cuestiones jamás lo que te han dicho que tienes que hacer. Y ahora, repite después de mi: ¡Soy libre!