Algunas reflexiones sobre la ciudad como espacio público y como bien común: a propósito de la ocupación y comercialización de la Puerta del Sol de Madrid.
La Puerta del Sol de Madrid no es solo uno de los espacios más céntricos, accesibles y simbólicos de la ciudad, sino que en virtud de su papel como lugar para la celebración espontánea y programada, entre las que destacan las festividades ligadas al año nuevo, es posiblemente también uno de los espacios urbanos que concita más miradas en el conjunto del país. Pero además, y sin ser el ámbito en el que más claramente se ha manifestado de forma histórica la presencia del poder, ha sido y es también un lugar esencial para la contestación política.
Este último papel se renovó de forma sorprendente en mayo del 2011, cuando tras una manifestación un grupo de personas decidió permanecer en ella, y tras ser desalojadas por la policía volvieron a concentrarse de forma espontánea en lo que se convirtió en una acampada permanente que duró casi un mes. Este proceso dio origen a un movimiento conocido como el 15M o Los Indignados, que rápidamente se extendió a otras ciudades y que en el momento actual sigue teniendo una importante presencia en el panorama político español.
Dos años después, en junio del 2013, la estación de metro de la Puerta del Sol, cuyo nombre era simplemente Sol, fue rebautizada como Vodafone Sol por un período de tres años. Este acuerdo entre Metro de Madrid y la compañía británica de telecomunicaciones supuso no solo el cambio de nombre de la estación, sino la inclusión del logotipo de la empresa en toda la señalización interna, su reproducción continua en los anuncios de megafonía y el cambio de nombre de la Línea 2, que pasó a llamarse Línea Vodafone.
Partiendo de estos hechos, el texto de Diego A. Barrado Timón realiza una reflexión sobre las distintas funciones del espacio público urbano, los actores que sobre él convergen y el modo en cómo se utiliza. Pero de forma especial se centra sobre las construcciones simbólicas y la producción de bien común que, derivados de ese uso, se produce en ese espacio; y en consecuencia, sobre las relaciones conflictivas que se dan por la gestión, apropiación, control y aprovechamiento de dichos significados entre el poder, político y económico, y las resistencias a ese poder.
En efecto, el espacio público urbano, además de una realidad física construida es también un espacio social y cultural en el que se establecen complejas relaciones a muy distintos niveles. Y como señalaba el sociólogo francés Maurice Halbwachs (2004), de esas relaciones se deriva una memoria colectiva que necesariamente ha de encuadrarse en un marco espacial. En consecuencia, el espacio público deviene en una creación colectiva que debe ser entendida como un bien común, en el que los derechos de acceso al mismo deben ser simbólicos además de espaciales.
Pues bien, tanto el movimiento 15M como la «esponsorización» de la estación de metro por parte de una compañía de telecomunicaciones suponen intervenir sobre los códigos y los significados que históricamente se han ido construyendo en torno a la Puerta del Sol, entendida como bien común del conjunto de los madrileños. Sin embargo, existe una importante diferencia en cuanto a la percepción social de ambos procesos: la ocupación por parte de Los Indignados, a pesar de ser apoyada por un sector muy amplio de la sociedad, fue también valorada como un uso conflictivo del espacio público; por el contrario, muy poca voces se han alzado contra el cambio del nombre tradicional de la estación de metro por uno comercial, y la consecuente «ocupación» del espacio simbólico, y por tanto del espacio público como bien común, que este conlleva.
En efecto, mientras que la acampada de Sol fue vista como un uso más o menos legítimo, pero en cualquier caso conflictivo y contrapuesto a otros posibles usos también legítimos que podían derivar sobre ese espacio, la campaña de marketing aprobada por las entonces administraciones madrileñas se hacía pasar como un proceso aséptico que en nada influía sobre la realidad simbólica de este espacio, y que se describía a partir de neologismos que como «renaming» o «rebranding» parecen alejarle de cualquier intencionalidad política. Por el contrario, la propia palabra utilizada por el movimiento 15M para describir el proceso, «ocupación», invoca necesariamente el conflicto y la contraposición de intereses, en este caso sobre la legitimidad con que se usa el espacio público para fines políticos.
Sin embargo, parece obvio que renombrar comercialmente un espacio público no es un proceso aséptico desde el punto de vista urbano. De hecho, en el caso que nos ocupa, tampoco parece ser algo inintencionado desde el punto de vista político. La pregunta que deberíamos hacernos, si mantenemos la connotación conflictiva y potencialmente negativa que puede ir asociada al concepto ocupación, es quién está ocupando realmente la Puerta del Sol. Podéis consultar el documento completo en Scribd a continuación. ¿Quién está ocupando qué?
Diego A. Barrado Timón es doctor en Geografía y licenciado en Antropología Social y Cultural. Profesor titular de Geografía Humana de la Universidad Autónoma de Madrid.
Créditos de las imágenes:
Imagen 01: Plaza Sol-ución (fuente: Henrik Reeh)
Imagen 02: Vodafone Sol (fuente: Henrik Reeh)