A los quince años, y todo un hombre literariamente hablando, sale del puerto de Corintio, rumbo a El Salvador, dónde fue acogido bajo el ala protectora de Rafael Zaldívar, presidente de la república salvadoreña. Permanencia esta decisiva, porque llegó a conocer a Francisco Gavidia, gran conocedor de la poesía francesa; bajo cuyos auspicios, Darío dio forma por primera vez, a su estilo que se convertiría después en un rasgo distintivo no sólo de su obra, sino de toda la poesía modernista, al adaptar el verso alejandrino francés a la métrica castellana. El tiempo salvadoreño, fue breve pese a la celebridad y a intensa vida social, dados por los festejos del centenario de Bolívar, pero andando el tiempo, pasó penalidades económicas y enfermó de viruela, y en octubre de 1883, convaleciente todavía, regresó a su país natal.Tras su regreso, residió brevemente en León y después en Granada, pero finalmente se trasladó de nuevo a Managua, donde encontró trabajo en la Biblioteca Nacional, yreanudó sus amoríos con Rosario Murillo. No se sabe si por bibliotecario o por sus amoríos, parece que su espíritu encontró algo de las andanzas del padre y en mayo de 1884, fue condenado por vagancia a la pena de ocho días de obra pública… Su segundo libro, producto de su continua experimentación con nuevas formas poéticas, iba a titularse Epístolas y poemas, pero habría de esperar hasta 1888, en que fue publicado bajo el título de Primeras notas. También ha de decirse que escribió teatro con un acentuado gusto y que llegó a estrenar una obra, titulada Cada oveja...,que pese al éxito que tuvo hoy se ha perdido. JDR.Insatisfecho con la vida managüense, partió a Chile el 5 de junio de 1886. Allá viviría en condiciones muy precarias, y tuvo además que soportar continuas humillaciones por parte de la aristocracia del país, que lo despreciaba por su escaso refinamiento, pues para ellos era poco más que un palurdo. No obstante, llegó a hacer algunas amistades, como el hijo del entonces presidente de la República, el poeta Pedro Balmaceda Toro. Gracias al apoyo de éste y de otro amigo, Manuel Rodríguez Mendoza, a quien el libro está dedicado, logró publicar su primer libro de poemas, Abrojos,que apareció en marzo de 1887.Entre febrero y abril de 1888, trabajó para el Diario El Heraldo, y en julio de ese mismo año, publica AZUL,gracias a la ayuda de sus amigos Eduardo Poirier y Eduardo de la Barra: comenzaba así la revolución literaria modernista; pese a que en un inicio el libro no tuvo un éxito inmediato, pero fue muy bien acogido por el influyente novelista y crítico literario español Juan Varela, quien publicó en el diario madrileño El Imparcial, en octubre de 1888, dos cartas dirigidas a Rubén Darío, en las cuales, aunque reprochaba a Darío su galicismo mental francés, reconocía en él a un prosista y un poeta de talento. Fueron estas cartas de Valera, luego divulgadas en la prensa chilena y de otros países, las que consagraron definitivamente la fama de Darío.Esta fama le permitió obtener el puesto de corresponsal del diario La Nación, de Buenos Aires, en ese tiempo el periódico de mayor difusión de toda Hispanoamérica. Poco después de enviar su primera crónica a La Nación, emprendió el viaje de regreso a Nicaragua. Tras una breve escala en Lima, Perú para conocer a Ricardo Palma, finalmente es agasajado en la ciudad de León, con un recibimiento triunfal, era el 7 de marzo de 1889.
En El viaje a Nicaragua e Intermezzo tropical, 1907.