David Maradiaga
De tiempo en tiempo, la cultura costarricense sufre grandes y terribles pérdidas (y/o ganancias. Todo depende del cristal con que se mire…) que siempre son terriblemente necesarias…
Hace días. Camino al entierro de doña Clo, pasé por una pared y ahí estaba; medio cubierta de muchas manos de pintura de agua pero perfectamente leíble: DAVID MARADIAGA VIVE… Esa tarde le pregunté a Dell, porque vagamente recordaba ese nombre, quién era…
Un poeta del que NUNCA sabremos a fecha cierta sobre el día ni la forma de su muerte. Solo que fue, probablemente, el penúltimo de los llamados Escritores Malditos costarricenses; queda en pie, Billy Saénz Patterson, quizás el más próximo a su camino y tiempo de creación y muerte fue Felipe Granados, y ya sabemos cuál fue su fin, me dijo…
Por tradición, en Costa Rica el escritor maldito es el que muere alcoholizado en algún bar olvidado, o el olvidado renegado, que rumea sus recuerdos bajo el ocaso del impertinente alcohol de su prepotencia que lo hace creerse que por eso es famoso, o el recordado poeta de la revolución que se hace en solitario aunque a veces lo único que hacemos es dañar a los demás, con toda intención porque bien que sabemos lo que hacemos…Sabremos simplemente que, único e irreverente. Gran lector. Amante de un mundo en el que vivió día a día, David Maradiaga, fue grande a su propio modo, y por ello uno de los más importantes, en aquel momento, de los poetas jóvenes que descollaban a finales de la década de los noventas.
Su vida no fue fácil…
Fue el producto del caldero en que destacan los cogollos tiernos del fruto poético que llevaba dentro y que hace verdaderos escritores; porque sabía muy bien que el escritor de valor sufre
Antes y durante su muerte no hay nada.
Ese es el precio de ser consecuente con lo que uno piensa y es.
En este país se piensa que ser académico, tener los contactos adecuados para lograr premios y reconocimientos, publicaciones en las mismas instituciones en las que se trabaja, o ser bipolares que les llaman ahora, o ser hijo de familias adineradas cuyo nombre compra espacios para hijos sin más logros que una carrera que entronizan para sentirse escritores, ensalzando en público a los mismos de los que se habla mal en las reuniones de amigos, investigadores o escritores sin talento, que odian su patria que se van del país para intentar ser reconocidos en el extranjero como grandes escritores, seres humanos del todo apartados de su realidad que pensándolo bien, son malditos porque nunca van a ser nada más que lo ya son y ¡vaya que tienen un nombre que en algunos casos deberían olvidar!…
El que un poeta sea muerto por sus ideas políticas no es extraño: su función en la sociedad es obligar al pensamiento reflexivo que lleve a soluciones de los problemas sociales, y no a enturbiarlos por razones personales. Con más frecuencia de la esperada terminan asilados en cárceles o casas, o muertos como el caso de Roque Dalton o Violeta Parra
También fue escritor, poeta, luchador, soñador, enamorado de la vida, ecologista.
No vamos a seguir más.
No lo conocíamos lo suficiente como para hacerlo.
Eso lo dejamos en manos de Fernando Francia quién, nos parece hace una recopilación más cercana a todo lo demás que circula por internet; quizá porque él, igual que Maradiaga no ha cambiado con el tiempo…
Su lucha era por la vida, su lucha era por la autonomía de las comunidades. Su lucha tenía que ver con la libertad, con la armonía entre los seres humanos y con su entorno, pero muy especialmente, su lucha tenía que ver con los más desposeídos y buscaron, siempre, las oportunidades que se les han arrebatado.
David, además de poeta y brillante escritor, era un amigo, un amigo de centenares de amigos. Amigos que lo recordamos, amigos que lo extrañamos, amigos que aprendimos, amigos que todavía lo vemos caminar, en forma solitaria en las calles de San José, hablándole a las estrellas quizás o a algún indigente que, a altas horas de la noche, se acercaba por ahí.
David Maradiaga era un ser especial, a los 14 años ingresó, como poeta, a la cofradía (casi se le puede llamar así) de Andrómeda, de la mano de otros poetas malditos, como ya casi, casi era catalogado David.
Su poesía, firmemente comprometida con la vida, la naturaleza; ácidamente contrario a la hipocresía y al falso pudor de qué dirán fue premiada, aunque él nunca vio su libro publicado.
David sabía que lo hermoso y grandioso de la vida estaba en algunas pequeñas cosas. Pero también sabía que la única manera de hacer de este mundo un mejor lugar tenía que ver con cambiar, no solo la forma en que se cuida al ambiente, sino, sobre todo, la forma en que deberíamos cuidarnos unos a los otros, toda la humanidad.
Pero unos meses más tarde, frente a la mismísima casa de gobierno, alguien en una pared de lata de zinc quiso recordarle a alguno de los habitantes de turno de Zapote que "David Maradiaga vive" y así lo seguimos diciendo nosotros, sus amigos… David Maradiaga nació en Nicaragua, pero era más tico que cualquiera de los habitantes de esta tierra. Más bien, diría, era un centroamericano, orgulloso de la patria grande y conocedor de las injusticias de esta complicada y conflictiva región del mundo. David luchaba y escribía y le dolía la injusticia, así como le duele a este mundo tanta impunidad…
Finalmente, como parte del Programa PROFOL, en el 2000 el Ministerio de Cultura y Juventud publica su único libro: Música de animal lluvioso:
Soy un andante en el dédalo del tiempo
animal lluvioso
que agarra la palabra y la blande frente al hastío
Animal lluvioso me declaro
seguro del sol
que un día nacerá de mis pálidas gotas
Para La Coleccionista de Espejos:G. Moya
Revisado y corregido por Dell