Muchas veces somos incapaces de soltar, de tomar decisiones en firme. Todo a nuestro alrededor resulta ser un universo de apegos materiales y emocionales.
No es cuestión de vivir sin compromiso con nada o nadie, pero sí saber cuando hay que dejar marchar, cuando hay que abrir o cerrar ventanas, puertas o cajones, cuando hay que dejar crecer, andar, caer, llorar.
Para crear, para encontrar eso que algunos llaman vocación, otros felicidad y que al final es un camino, un camino de baldosas amarillas, hay que cerrar los ojos y no tener miedo a los tornados. Llegar a Oz es complicado, asusta no tener mapa, enfrentarse a un mundo desconocido, hay que ser capaz de hacer caso a la intuición y contar con grandes compañeros de viaje.
Es posible que, cuando lleguemos nos encontremos con algo que, aunque al principio creíamos que era una panacea, es mucho más real. A partir de aquí o seguimos investigando, trabajando, descubriendo este nuevo mundo o bien chasqueamos los zapatos y nos vamos.
¿Quién no ha querido ir más allá del arco iris y descubrir que habrá? Para dar rienda suelta a nuestra creatividad, encontrar nuevas fórmulas, innovar, hay que ser valiente y dejar atrás Kansas.