¿Quién mató a Laura Palmer?

Por Lamadretigre

El domingo me agencié unas horas de paz y serenidad para leerme el libro sobre la crisis de Juan Ramón Rallo. Menudo tostón pensarán ustedes. Pues no. En sólo dos párrafos me tenía más enganchada que Twin Peaks en sus mejores momentos. Contuve la respiración hasta la última página. La primera mitad, en la que hace un análisis muy acertado de cómo hemos llegado hasta donde estamos, me la pasé asintiendo con la cabeza mientras leía.

Yo le añadiría otra  burbuja, la de la inversión o el crecimiento, pero es cierto que ésta a nivel cuantitativo es menos significativa que las tres en las que el centra su análisis. Yo por mi parte creo firmemente que el factor psicológico que encierra esta burbuja y que nos ha hecho primar un tipo de transacciones frente a otras ha sido determinante. Ese es quizá el único pero, y pequeñito, que le pondría a la primera mitad, el haber obviado por completo el carácter social y de comportamiento de la crisis ciñéndose a los parámetros puramente económicos. Dicho así realmente es comprensible puesto que como buen economista se ceba en lo que puede medir. A mí se queda un pelín cojo.

Me gustó también que corroborara ciertas dudas sobre la política monetaria y su capacidad para incidir en la economía real que me habían surgido en los últimos tiempos. Como él, también creo que no hay política económica que nos solvente este desaguisado. Toca apretarse el cinturón. Nos guste o no. Tampoco se anda con chiquitas al recordarnos lo que nunca deberíamos olvidar: España está al borde de la suspensión de pagos. También deja bien claro todas las medidas tomadas hasta la fecha son ya no insuficientes sino en muchos casos contraproducentes.

Mención especial merece el esfuerzo que ha hecho para ponerle números a todo sin perderse en cifras e indicadores de difícil compresión. Los números son redondos y nos dan una idea muy buena del tamaño del agujero que nos hemos cavado. Quédense con este número: según Rallo el Estado español tiene que ahorrar 135.000 millones de Euros anuales. Toca recortar. A mansalva.

Agárrense los machos que ahora viene la segunda mitad. ¿Quién dijo miedo? Miedo el que pasé yo página tras página, medida propuesta tras medida propuesta. Es brutal. Porque tiene que serlo. No digo yo que no. En esta mitad el autor entra en un frenesí de lo que él mismo denomina liberalismo y empieza a repartir, más bien a recortar, a diestro y siniestro sin miramientos de sexo, edad o condición. Con la diestra recorta y con la siniestra privatiza. Todo. Lo humano y lo divino. Por no dejar títere con cabeza de un plumazo suma al Banco Central Europeo a las privatizaciones. Con un par.

No me malinterpreten, muchas de las medidas o soluciones que proponen son o serán inevitables. Algunas destacan por su originalidad y otras por hacer de su capa en un sallo. Sin embargo, otra vez echo de menos el poner en la balanza la derivada social de cada una de ellas. En mi modesta opinión el autor elige las medidas única y exclusivamente por su eficiencia para crear mercado. A corto. Independientemente del escarnio social que cada una suponga. Aquí es donde discrepo. Mucho. Para mí no son iguales todas las medidas que conlleven el mismo ahorro. Yo creo no sólo en la cantidad de la economía sino en su calidad y, sobretodo, en su sostenibilidad. Tanto económica como social.

Por último tengo una petición que hacerle a Juan Ramón Rallo. Este libro es de obligada lectura. Para todos. Le pediría al autor que editara una versión light del mismo evitando palabras como “empero”. Tenga usted en cuenta que acabo de estrenar mi sillón en la RAEPI y me debo a la T que ostento. También le pediría que en la edición apta para consumo público se omitieran los términos socialdemócrata, liberal, capitalista o similares que pudieran poner en contra a ciertos lectores de antemano. Sin necesidad. La mayoría de lo que se expone es independiente de ideologías o corrientes de pensamiento.  Por último, dejemos la sección de las medidas para una segunda entrega. Por piedad.


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