Hoy reemprendo la campaña de otoño a través de bosques de montañas de hojas muertas y cumbres nevadas de pisapapeles. El 8 de agosto empecé el segundo tramo de vacaciones, esa libertad condicional con fecha de caducidad aun con buen comportamiento, servidas este año en cómodas y efímeras raciones, un bouquet demasiado precioso para engullirlo, incluso saborearlo rápido, que debe consumirse con pausa, separando cada ingrediente en el paladar. Y parece que fue ayer.
Es lunes. Vuelvo al trabajo. Estoy contenta por ambas cosas, aunque parezca una mentira piadosa que me tomo para el mal del retorno y para prevenir una más que previsible depresión postvacacional. Al igual que a los locos, nadie me cree, lo sé. Hasta a mí me cuesta mientras se desvanece, al igual que las brasas y las gotas en la arena, esa playa limpia que se ha colado por la ventana. Feliz día, feliz semana.