¿Quién necesita un nuevo teléfono?

Publicado el 17 agosto 2016 por Emoto

Hoy estaba en la página de una empresa conocida que vende todo tipo de teléfonos celulares. Lo primero que me pareció notable es que todos ellos ya tienen una forma común: es una pantalla de 4, 5 o más pulgadas táctil. Ningún teléfono parece ya tener un teclado físico y desde luego, la mayoría de los celulares disponibles son Android (y los iPhone, que usan su sistema operativo propietario, iOS), además de la baja cuota de los teléfonos con lo que sea hoy en día Windows Phone, que a decir de algunos usuarios, merecería mejor suerte en el mercado de la telefonía.

Y lo que me llamó más la atención fueron los precios: un teléfono como el HTC Desire 626 cuesta poco menos de 4 mil pesos. A mí no me costó nada porque me lo dieron con mi plan. Pero hay otros teléfonos, muchos de ellos de la llamada "Gama Alta", que cuestan más de 10 mil pesos.

Y sí, sus prestaciones son mejores en término quizás de memoria, velocidad, más núcleos tal vez, y probablemente son más rápidos en las acciones táctiles de los usuarios, pero ninguno de esos factores (aparte de la memoria), me parece suficiente como para invertir en un teléfono de esa gama que francamente cuesta más que algunas computadoras como la que estoy usando ahora, una All in One de HP que tiene un desempeño bastante decente.

Y entonces mi pregunta es ¿por qué se siguen haciendo más y más teléfonos? ¿Hay mercado para ello? ¿No hemos caído en la cuenta lo que cuestan los teléfonos actuales? ¿No les parecen a ustedes, mucho dinero por un teléfono de gama alta?

Y sí, ya sé que alguien me dirá que todo depende de cómo requieras usarlo o de tus necesidades pero... seamos sinceros por una vez, ¿de verdad alguien requiere la "potencia" de un teléfono de más de 8 mil pesos? Yo creo que no.

Me explico: Los teléfonos de gama media de ahora eran los de gama alta del pasado. Y en ese entonces probablemente no se necesitaba más que las prestaciones que daban. Es evidente que las necesidades crecen, que se requiere más memoria pero no porque los usuarios requieran más almacenamiento para datos fundamentales de sus negocios, no, probablemente es que ahora pueden tener más fotografías en sus teléfonos.

Por otra parte, si hablamos de las apps que hoy en día existen, yo no conozco quien pueda por ejemplo, escribir textos usando alguno de los editores de palabras o bien, hacer hojas de cálculo con las apps que hay, incluso las que son gratuitas. Inténtenlo y verán que es una pesadilla usar el tecladito virtual. Yo en mi HTC simplemente jamás edito documentos, es complicado, difícil y una pérdida de tiempo.

Entonces, ¿por qué la gente cambia de teléfono? Es claro que la promoción ayuda, la publicidad no es poca cosa, el traer un teléfono de gama alta a muchos les hace creer que son diferentes a los demás, o incluso porque el proveedor -como en mi caso- me da un mejor teléfono cuando se acaba mi plan y renuevo, entre muchas otras razones por las cuales las personas deciden cambiar de equipo aunque en el fondo, nadie necesita cambiar cada dos años su teléfono.

Hay un punto que hay que destacar y del cual no nos salvamos: el consumismo, el cual entre otras cosas nos dice que si un dispositivo se descompone ya no se arregla, se cambia por uno nuevo. En el caso de los teléfonos y de sí, algunas características que incorporan las nuevas unidades, son simples mecanismos para que el consumidor se crea la idea de que su nuevo teléfono no tendrá las limitaciones del que tenía, y así, entre tantas mentiras que nos han hecho creer para de nuevo, obligarnos a consumir.

Soy de la opinión que la oferta tecnológica es enorme y que hemos caído en el juego de las empresas que fabrican teléfonos. Y es por eso que anuncian un sinfín de novedades en cada nueva versión, como que ahora son contra agua, o tienen una pantalla mejor que la gorilla glass o tal vez ahora tienen más memoria que la computadora de escritorio.

Y entonces compramos juguetes que cuestan mucho dinero, repito, tanto como lo que cuesta una buena computadora de escritorio... ¿Y de verdad lo vale?