Luisana Colomine
Nada más salir de la Gran Caracas y adentrarse por esos caminos hacia lo que errónea y despectivamente se conoce como el “interior” (una expresión que nos viene de Juan Vicente Gómez) del país, es una experiencia mágica que te muestra lo que miles de venezolanos y venezolanas hacen día a día para enfrentar la crisis multifactorial que nos agobia.Caracas quizás sigue teniendo varios privilegios (no muchos), aunque es en las zonas periféricas del país donde, especialmente, se viven situaciones dramáticas a causa de la marginalidad social (que aún persiste) y los efectos negativos del modelo económico neoliberal en nuestras sociedades. Según las teorías del desarrollo de la Comisión Económica Para América Latina y el Caribe (Cepal), la bonanza económica se observa más en las áreas del centro y cercanas al poder. La pobreza se va alojando y creciendo lejos de la capital de la República y esa es una deuda que aún tiene la revolución. Pero ¿Será que los problemas de la periferia se trasladaron también al centro y ahora la pobreza es generalizada?
Salir de Caracas es una aventura cuando te vas vía terrestre. Viajar en avión para cubrir rutas domésticas en Venezuela es casi imposible, no solo por los altos costos sino porque los vuelos han disminuido de manera contundente.
Nuestro destino era Valera, estado Trujillo, tierra del beato José Gregorio Hernández, donde ni siquiera hay aeropuerto. Así que lo primero fue tomar la autopista regional del centro (la ARC) llena de huecos, baches y “chinchorros” que obligan a los conductores a extremar las precauciones. En algún lugar de esa vía hay una caída de agua, un chorrito que viene de la montaña y allí se hacen largas colas de gente tratando de recoger el vital líquido para llevar a casa. La falta de agua es una carencia que ya en Venezuela se hace permanente. Ver a esas personas llenando potes de un agua que ni siquiera se sabe en qué condiciones está, debería encender las alarmas de nuestros gobernantes.
Seguimos rodando y al pasar el túnel La Cabrera en Valencia, aparece ante nuestros ojos lo que Hugo Chávez proyectó como el Plan Nacional de Desarrollo Ferroviario 2006-2030 el cual tendría más de 13 mil kilómetros. Pero lo que hay son kilómetros de vía férrea abandonados, materiales oxidados, arrumados, desgastados, llenos de monte y culebra. ¡Cuánta desidia! ¿Es que nadie le hace caso a eso? ¿No hay castigo para tanta ineficiencia? ¿No hay explicaciones para el pueblo? ¿Cuánto se gastó? ¿Cuánto se ha perdido? ¿No hay responsables? ¿No hay castigo?. Chávez anunció en 2010 que ese plan ferroviario transportaría a 240 millones de personas al año. Pero vaya usted y vea que a la par de vías inconclusas serpentea una autopista descuidada. Entonces ni una cosa ni la otra.
El viaducto que sigue al túnel es peligrosísimo. El chofer aguza los sentidos para esquivar los huecos porque lo otro es perder cauchos, que están carísimos. Las gandolas y camiones llenos de víveres transitan por allí y contradictoriamente vemos que ciertamente hay un inusitado movimiento económico. El ganado vacuno y porcino se bambolea con tanto bache y las gallinas y pollos casi se salen del camión…De lunes a viernes hacia Caracas viajan hortalizas, granos, frutas, cereales, lácteos etc.
En los puestos de control (que son muchos) la Guardia Nacional requisa de manera minuciosa antes de firmar “la guía” a los camioneros. Muchos de ellos bajan de los camiones llevando papeles en una mano y en la otra fajos de billetes, quizás para comprarle un cafecito al guardia. Entonces nuestra primera conclusión es que, ciertamente en Venezuela hay un pueblo produciendo.
Pero ese pueblo merece mejores condiciones. A medida que nos acercamos al occidente del país la tragedia cambia de forma. Comienza a escasear la gasolina y entonces las largas colas de carros para surtir combustible completan el paisaje. La angustia de quedarse “seco” en esas carreteras donde la vigilancia es nula le roba la tranquilidad a cualquiera y entonces es preferible perder una hora de camino a quedarse varado en medio de la nada. Abundan estaciones de gasolina “fantasmas”, cerradas, donde solo conseguirás polvo. ¿Y por qué pasa eso en un país petrolero? Dicen que: 1) no hay producción suficiente y 2) la distribución de la gasolina falla porque Pdvsa no tiene recursos para repuestos de las gandolas y tampoco está pagando bien a los conductores. Y si no tienes tarjeta de débito será difícil consumir algo en la carretera. Un “negrito” pa’ espabilar el sueño pasa de los 170 BsS.
Cuando ya pasamos de Barquisimeto con el tanque lleno, viene el otro problema: la falta de mantenimiento de vías como la “guillotina” Lara-Zulia a la cual no atienden ni el gobernador de Zulia ni la gobernadora de Lara.
Con las lluvias el drama aumenta caen árboles y cerros y enormes rocas. La carretera se hace un barrial y las gandolas se quedan atascadas. Todo eso lo viven a diario aquellos que llevan el alimento a tu mesa. O sea, es necesario atender a ese sector productivo que con gran sacrificio mantiene encendidos los motores del desarrollo en el país.
Las protestas por fallas en los servicios públicos son otra constante por esos caminos de Dios. La gente tranca las vías porque llevan días sin luz. En Valera la ciudad se paralizó un día porque no tenían agua. En diversos puntos de la ciudad había colas para echar gasolina y también para llenar las bombonas de gas. Las personas arrastraban sus bombonas rodeadas de toneladas de basura. Era tanta la basura que había que espantar los zamuros para poder avanzar. A la actual alcaldesa de Valera, Iroschima Vásquez (Psuv) la llaman “Señora Basura” pues ella le decía a su antecesor, José Karkom (VP/MUD) “Rey Zamuro”.
Es imperativo cumplirle al pueblo trabajador porque los gobiernos locales, salvo honrosas excepciones, se olvidaron de las promesas electorales y lo que se siente es una gran decepción.
¿Será que José Gregorio nos hace el milagrito? Profesora de géneros periodísticos y periodismo de investigación en la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV). Comunista.
@LuisanaC16