Quién tiene la culpa de la efectividad

Publicado el 08 noviembre 2019 por Jmbolivar @jmbolivar

Una persona efectiva se caracteriza por tomar las elecciones correctas en los momentos adecuados.

Para poder tomar elecciones correctas es imprescindible tener claridad de ideas, entre otras muchas cosas, para distinguir qué pertenece a nuestra zona de influencia y qué pertenece a nuestra zona de preocupación, es decir, qué está en nuestra mano cambiar y qué no lo está.

Hay muchas personas que muestran una falta importante de claridad de ideas sobre los conceptos de causalidad, culpabilidad y responsabilidad. Pero, ¿qué diferencia hay entre ellos?

Cuando tú eres causante de algo

Ser causante de algo significa que existe una relación de causalidad, es decir, una relación causa-efecto entre algo que haces y algo que ocurre como consecuencia de ello.

Las situaciones que son únicamente de causalidad son fruto de la casualidad, y por tanto ni se pueden prever ni se pueden evitar, es decir, caen fuera de nuestra zona de influencia.

Cuando el resultado de estas situaciones tiene consecuencias negativas, estamos ante un accidente «inevitable».

Ejemplo: Vas en el autobús y observas que a una de tus zapatillas se se le ha desatado el cordón, así que aprovechas que el autobús está parado para agacharte a atártelo. En ese mismo instante, una persona que está junto a ti se agacha a recoger algo que se le ha caído del bolsillo. La mala fortuna hace que choquéis y tu codo acaba en su ojo.

Existe una relación entre tu acción de agacharte y el golpe que se ha dado la otra persona. Es una relación causa-efecto. El ojo morado es el efecto y tu codo es la causa.

Como decía antes, estas situaciones son fortuitas. Ni tú podías saber que la otra persona se iba a agachar en ese momento, ni ella que tú ibas también a hacerlo.

Cuando tú eres culpable de algo

Ser culpable de algo significa que, ademas de una relación de causalidad, existe una relación de intencionalidad, normalmente malvada, es decir, una relación en la que tú eres la causa intencional del efecto (dañino) que provocas.

Es muy importante entender que solo se puede hablar de culpabilidad cuando existe intencionalidad, es decir, cuando se actúa con un propósito perverso.

Las situaciones de culpabilidad caen plenamente en la zona de influencia y, por tanto, se pueden prever y se pueden evitar.

Ejemplo: Vas en el autobús y ves a alguien haciendo algo que te molesta mucho, así que aprovechas un frenazo para simular un accidente y darle un pisotón.

En este caso, además de ser la causa de que la otra persona se baje del autobús cojeando, eres también culpable de ello, porque le has dado el pisotón intencionalmente, a propósito.

La culpabilidad va asociada a acciones reprobables y/o a delitos. Curiosamente, ser culpable de algo es censurable desde el punto de vista ético, pero no desde el punto de vista de la efectividad, ya que en realidad consigues un resultado vinculado a un propósito (por cuestionable que este sea).

Cuando tú eres responsable de algo

Este es el caso más interesante desde el punto de vista de la mejora de la efectividad.

Ser responsable de algo significa que, además de existir una relación de causalidad, se ha tomado una elección incorrecta que ha dado lugar a una consecuencia indeseada.

La diferencia entre ser responsable de algo y ser causa de algo es si existe capacidad de elegir o no. Si no existe, es causalidad; si existe, es responsabilidad.

A la hora de ser responsable de algo, hay varios niveles, según qué ha propiciado la elección incorrecta:

  • Si ha sido por ignorancia, es decir, porque ignorábamos algo que, si hubiéramos querido podríamos haber sabido, hablaremos de imprudencia.
  • Si ha sido por exceso de optimismo, es decir, porque hemos infraestimado la relevancia estadística de la información que teníamos, hablaremos de temeridad.
  • Si ha sido por comodidad, es decir, porque aún disponiendo de la información adecuada y siendo conscientes de los riesgos, hemos decidido ignorarlos, hablaremos de negligencia.

Ejemplo 1: Te vas de viaje y, de repente, el navegador te desvía por carreteras secundarias porque ha habido un accidente en la ruta inicial. Aunque al salir de casa tenías gasolina para llegar a destino, la ruta alternativa es más larga de lo previsto y te quedas sin gasolina.

Te has quedado sin gasolina debido a tu imprudencia. Podrías mirado cuántos kilómetros sin gasolineras tenía la ruta alternativa antes de meterte en ella.

Generalmente las imprudencias se comenten porque «no caemos» en que estas circunstancias pueden llegar a producirse, es decir, ignoramos que el riesgo existe. Cuando se producen, estamos antes un accidente «evitable».

Ejemplo 2: Te vas de viaje y sabes que hay huelga de gasolineras. Aún así, apuras el depósito para evitar tener que parar a repostar tantas veces, porque supones que la huelga va a tener poco seguimiento y que la mayoría de las gasolineras estarán abiertas. Consecuencia: te quedas también sin gasolina.

Te has quedado sin gasolina debido a tu temeridad. Existía el riesgo real de encontrarte la mayoría de las gasolineras cerradas, y deberías haberlo previsto.

Generalmente las temeridades se cometen porque no hacemos el esfuerzo mental de analizar la información disponible para prever qué puede pasar y cómo prepararnos para ello.

Para evitar las temeridades, como dice Yoriento, hay que actuar «esperando lo mejor, pero preparándote para lo peor», es decir, aplicando el realismo como recurso para tu efectividad.

Ejemplo 3: Te vuelves a ir de viaje coincidiendo de nuevo con una huelga de gasolineras y vuelve a ocurrirte lo mismo que en el Ejemplo 2. Perdóname, pero eres idiota.

Te has quedado sin gasolina debido a tu negligencia. Aún habiendo tenido una experiencia idéntica previa, has sido incapaz de aprender y has tomado la elección incorrecta de nuevo.

Generalmente las negligencias se cometen porque se hace un esfuerzo nulo por aprender, lo que lleva a repetir los mismos errores una y otra vez.

La responsabilidad como camino hacia la efectividad

Hay personas que parecen sentir un placer morboso considerándose culpables de todo, aunque no haya mala intención detrás de sus elecciones incorrectas o aunque se trate de accidentes «inevitables».

Hay también personas que, al no haber mala intención en lo que hacen, no se consideran responsables de nada, aunque se trate de accidentes «evitables», temeridades o negligencias.

El problema de sentirte culpable de todo, o de no sentirte responsable de nada, es la inacción, ya que ninguna de estas dos creencias lleva a hacer nada por cambiar las cosas.

Lo cierto es que la mayoría de lo que haces mal es responsabilidad tuya, ya que muy pocas cosas son accidentes «puros» o «maldades» intencionadas.

Dicho de otro modo, casi todo lo que te ocurre es consecuencia de las decisiones que tomas. Y decidir mal es lo que sueles hacer cuando tienes el vicio de no pensar.

Tener claridad de ideas sobre qué puedes cambiar y qué no puedes cambiar, combinado con la capacidad para aprender, te ayudará a tomar cada vez más la elección correcta en el momento adecuado o, lo que es lo mismo, a mejorar tu efectividad.