Reto: Navidad, Navidad, dulce Navidad
de Libros.com
Normalmente, los niños están nerviosos la noche de diciembre en la que van a recibir la visita de Papá Noel o San Nicolás. Ava y Leo estaban especialmente inquietos aquella noche del 5 de diciembre, pues sabían que no habían sido demasiado buenos durante aquel año y justo ahora se acordaban de cuando echaron el bote entero de comida para peces en la pecera y, el pececillo naranja comió hasta reventar, apareciendo flotando muerto a las pocas horas. También les vino a la mente cuando pisotearon en primavera las flores que su madre acababa de plantar en el jardín, o cuando se comieron antes de tiempo, los bombones que se habían comprado para regalarle a tía Gladys por el día de su cumpleaños. Cuando cogieron el abrió de su padre para limpiarle el barro a Yorki, el pequeño Yorkshire Terrier que amaba bañarse y embarrarse en los charcos... Además de ser bastante mentirosillos e inventarse historias porque sí. Como el Yin tiene el Yang, Papá Noel tiene a un ayudante muy especial... Krampus. Krampus ayuda a Papá Noel en una tarea muy especial. Mientras el señor bonachón de rojo reparte regalos y alegría a los niños buenos, Krampus visita a los niños que no se han portado bien. Su apariencia de cabra es aterradora, con largos cuernos y enormes dientes y, se cuenta que se lleva a los niños demasiado traviesos al inframundo y, una vez allí, se los come. Al llegar la hora de acostarse, los niños se pusieron especialmente quejicosos y llorosos, pero sus padres les mandaron a la cama igualmente. Era ya muy tarde para que unos niños de nueve años estuviesen despiertos todavía. Ava y Leo compartían dormitorio y dormían en sendas camas idénticas. Intentaron mantenerse despiertos para estar atentos a la aparición de Krampus, pero el sueño les fue cerrando poco a poco los ojos hasta que cayeron por completo en brazos de Morfeo. Pasada la media noche, con toda la casa a oscuras y en silencio, el ruido de una cadena oxidada arrastrándose por el pasillo despertó a los hermanos. No pudieron resistirse, la bestia los metió en un saco y se los llevó a su cueva. Una vez allí, lez azotó con una vara de abedul que tenía para esos menesteres, para ver si de una vez por todas, se portarían bien. Los niños habían llorado a moco tendido por los azotes y por el miedo que estaban pasando. —Así que a partir de ahora os vais a portar bien, ¿verdad? —Síiiii. Lo prometemos. Seremos los niños más buenos del mundo —dijeron Ava y Leo al unísono. Lo último que vieron aquella noche los niños, fue a Krampus cerniéndose sobre ellos y después, oscuridad. Por la mañana, mamá fue a la habitación. Los niños dormían profundamente. Les despertó con un beso. Al abrir los ojos y ver que estaban de vuelta a su casa, abrazaron muy fuerte a su madre y la llenaron de besos, jurando que jamás volverían ser malos.