El protagonista y el antagonista
El protagonista y el antagonista de tu novela son personajes arquetípicos que realizan una función vital: la de representar los dos puntos opuestos de un conflicto. Sobre ellos va a recaer la atención del lector y, desde luego, son imprescindibles en una novela.
¿Quiénes son el protagonista y el antagonista?
Todo escritor, pues, debe tener claro que su novela necesita estos dos personajes, ya que, sin ellos, la historia acabará naufragando antes o después. De modo que, cuando estés organizándola y encares esta tercera pregunta, deberás definir con claridad tanto al tipo bueno como al villano al que debe enfrentarse.
En este punto, por tanto, tu tarea es trabajar ambos personajes a fondo. Y, para ello, lo primero que debes tener en cuenta cuando lo hagas es que las diferencias entre el protagonista y el antagonista vienen definidas por el papel que cada uno de ellos desempeña dentro de la historia.
El protagonista
Al protagonista podemos definirlo como mejor nos parezca: es el personaje principal, el héroe, el personaje central de la historia… Da igual, lo importante es que es él en torno a quien va a girar tu novela y, por tanto, debes construirlo de pies a cabeza con todo detalle. Aunque luego no incluyas –y de hecho no debes hacerlo– todos esos detalles en tu historia, es imprescindible que tú los conozcas.
Una de tus principales tareas como escritor a la hora de crear a tu protagonista es lograr que los lectores simpaticen con él y con la lucha que entabla para lograr sus objetivos. Sin embargo, y aunque en ocasiones utilizamos la palabra “héroe” para referirnos a este personaje, tienes que asegurarte de humanizarlo, es decir, debes construir un personaje que, además de virtudes, posea defectos, flaquezas e incluso vicios. Esto lo hará más verosímil y, bien trabajado, conseguirá que el lector congenie con él.
Curiosamente, algo que puede parecer sorprendente es hay ocasiones en que el protagonista es precisamente el tipo malo. En este caso, lograr que el lector simpatice con él es tarea muy compleja, pero se puede hacer.
El antagonista
En el otro extremo de la cuerda tenemos al antagonista, que es el principal elemento de oposición a los objetivos que se ha fijado y pretende conseguir el protagonista. Antes de seguir con él, conviene aclarar (aunque yo haya utilizado la palabra un par de párrafos más arriba) que el antagonista no tiene por qué ser un villano. Puedes referirte a él como oponente o rival. El nombre con que lo definas da igual.
Como da igual su naturaleza. Es decir, tampoco es necesario que sea humano. Cualquier elemento de la Naturaleza puede ocupar este puesto (un volcán, un tsunami, un terremoto…). Al igual que puede hacerlo un animal, como en el caso de Moby Dick; un ente impersonal, como el Destino o un dios. E incluso el protagonista puede convertirse en su propio antagonista: Dr. Jekyll y Mr. Hyde, o El retrato de Dorian Gray son dos buenos ejemplos en los que un mismo personaje ofrece los dos lados opuestos de su naturaleza, uno de los cuales acaba por destruir al otro
A todos se nos ha enseñado que hay tres tipos básicos de trama:
- El hombre contra la naturaleza.
- El hombre contra el hombre.
- Y el hombre contra sí mismo.
En este último caso sería cuando podríamos considerar al protagonista como el propio antagonista de sí mismo.
En cualquier caso, y sea cual sea el tipo de antagonista que elijas, lo que sí debes tener muy claro es que, en esencia, este personaje es creado para evitar que el protagonista consiga su objetivo. No importa lo que tenga que hacer o el precio que haya de pagar, el antagonista es un personaje cuya condición opositora es clara y cuya finalidad no debe decaer ni un solo instante: en ningún momento de tu historia, el antagonista debe flaquear en su misión: lograr que el protagonista fracase. Y tú, como escritor, debes poner a su alcance todos los elementos que necesite (psicológicos, físicos, materiales…) para que se haga con la victoria, esto es, para que el protagonista fracase en su lucha.
El arco dramático del personaje
Con la expresión arco dramático nos referimos al cambio que sufrirán los personajes y que vendrá provocado por los sucesos que vayan acaeciendo en la historia. Puedes elegir entre tres posibilidades:
- Un cambio positivo: el personaje mejora con respecto al inicio de la historia. Crece, madura y sale de ella con nuevas lecciones bien aprendidas. Es decir, su evolución es positiva.
- Sin cambio: el personaje no sufre ninguna transformación. Al final de la novela es el mismo tipo de persona que era al principio.
- Un cambio negativo: el personaje no ha sabido enfrentarse al conflicto que se le planteaba y sale derrotado.
Desde mi punto de vista, lo deseable es que el personaje sufra algún tipo de cambio. Si es positivo, mejor (y aquí hablo como lectora). Las historias en las que el protagonista sale derrotado suelen dejar mal sabor de boca. Me ha ocurrido recientemente, por ejemplo, con la novela de Pérez Reverte El asedio. Una novela extraordinaria cuyo final, en lo que respecta a un par de personajes, en especial a uno de ellos, deja un poso de amargura que no gusta).
Así pues, en este tercer paso de la organización de tu novela, debes ocuparte de la construcción del protagonista y del antagonista, conocerlos lo mejor que puedas y definir cuál va a ser el cambio o los cambios que cada uno de ellos va a experimentar a lo largo de la historia. Para ello, deberías tener muy claro antes de empezar a escribir cómo será el personaje al principio y cómo será cuando la novela acabe, de manera que puedas ir construyendo ese cambio poco a poco y la transformación no resulte abrupta y, por tanto, inverosímil.
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Fotografía: Caleb Thal, Unsplash.
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