En mi opinión, los enemigos de la Humanidad, principalmente de la Cristiandad, son los cainitas, es decir, los que rinden culto a los que se rebelaron contra Dios y adoran a Caín pero también a Lucifer, Satanás, Baal, Bafomet, Moloc... Da igual el nombre que le pongamos.
Y dónde están esos cainitas: por todas partes, y también dentro de cada uno de nosotros.
El enemigo está dentro. Porque no fueron Rato ni Blesa los que nos vendieron las preferentes, sino tú, empleado de banco, el que le vendiste esa basura a tus clientes que conocías de muchos años, y , sin siquiera pensarlo un minuto, por un incentivo o por no perder tu puesto de trabajo, fulminaste los ahorros de toda su vida.
No es Bill Gates el que pone las vacunas tóxicas, sino la enfermera o ATS de turno, que obedece órdenes, y pasa de "meterse en líos"...
No es Rothschild el que nos vende la hipoteca basura, sino un banco al que acudimos nosotros por nuestro propio pie, creyendo a los infames mercaderes sin escrúpulos de la banca.
No es Ana Patricia Botín la que nos obliga a abrir una cuenta en el Santander, ni a comprar acciones en la Bolsa. Somos nosotros codiciosos que queremos especular, es decir, ganar dinero sin hacer nada, sin crear riqueza, simplemente moviendo el dinero en el ciberespacio.
Nadie nos obliga a comer comida basura, a consumir bebidas de mala calidad, a ver la televisión, a hacernos tatuajes tóxicos que estarán atacando nuestro sistema inmunológico por siempre jamás.
Nadie nos obliga a abortar, a maltratar a nuestros seres queridos, a dejar sin cuidados a nuestros mayores o nuestros hijos, a nuestros animales o nuestro jardín.
Ahí fuera están los malos, no cabe duda, siempre al acecho, listos para depredar, robar, violar, matar. Y es necesario y bueno que investiguemos para entender cómo funciona este mundo de Satania.
A veces me preguntan:
Ahora que sabemos todo esto, ¿qué podemos hacer?
Pues lo que podemos hacer es estar atentos a nosotros mismos para ver en qué medida yo participo al Mal, en qué medida yo también me comporto como ese masón, ese jesuita, ese judío o ese iluminati, ese fascista o ese ser sin escrúpulos, e intentar poner mi energía en la buena dirección.
Y ¿cómo saber qué es el bien?
Pues es muy fácil: piensa lo que esperas de los demás y lo que no te gusta que te hagan, y eso será un buen dato de partida.