Revista Diario

'Quiéreme cuando menos lo merezca, porque es cuando más lo necesito'

Por Belen

Con esta frase Rosa Jové trata el tema de las rabietas de los dos años. Este fin de semana he leído en varios blogs amigos tratar el tema en cuestión. La mayoría lo habéis hecho porque estáis pasando ya por el duro bache, y todo son dudas, temores, incertidumbre.
Me animo a tratar yo también el tema para contar mi experiencia, por si pudiera serviros. En mi caso, y contando mi hijo ya con 3 años y 4 meses, me considero Doctorada en el tema, porque el jodío me las ha hecho pasar canutas. Pero a pesar de los pesares, aquí seguimos vivitos y coleando, más fuertes que nunca, y con unas cuantas lecciones aprendidas.
Como os he dicho muchas veces mi hijo es un niño extremadamente cariñoso, pero también muy dependiente y con un fuerte carácter. Y eso se dejó notar cuando cumplió los dos años. Empezamos a conocer lo que eran las rabietas de verdad, los lloros interminables, los gritos, el "mío", la mala leche desbordándole por los cuatro costados.
Ya en febrero, al poco de empezar la andadura de este blog hablaba de ello, tras pasar por una de las peores rabietas que ha tenido. Porque según crecen, y tienen más fuerza a veces te montan cada pollo que desearías esconderte en un agujero.
Yo he pasado por las rabietas sin motivo, las que sí tenían motivo, las de tirarse al suelo en el parque, en el banco, no poderle subir al coche de la fuerza que tenía y tener que esperar a que se le pasase mientras se revolcaba en la acera. También por las de pegar y arremeter contra todo lo que se meneaba, incluida mamá. Gritos de desesperación, llantos de pena. En fin, hay una gama tremenda, y ellos son conocedores de todo ese sinfín de expresiones para hacernos entender su ira, enfado, frustración. Y por supuesto, en medio de esa desazón, de esa desesperación que te entra, tienes que soportar los "sabios" consejos de todo chichi pichichi que pase alrededor, desconocidos, amigos, vecinos..... Y eso yo no lo he llevado muy bien.
No se trata de que los niños son egoístas, caprichosos, mimados, consentidos, o que quieren hacernos pasar un mal rato, no se trata de que nos tengan la medida cogida.... esas frasecitas las he oído mucho, por desgracia. Se trata de una fase más en su desarrollo, el querer y no poder, el no entender todo, el no poder expresarse. Y yo me doy cuenta de muchas cosas ahora, cuando ya pasó todo, cuando me puedo sentar con mi hijo tras un llanto (por suerte ahora ya breve) y preguntarle qué le ha sucedido, cuál ha sido el motivo de su enfado. Y entonces me explica que está cansado, que está enfadado, que él quería otra cosa. Pero ahora sabe el origen de su enfado, y ahora entiende mejor las explicaciones que le brindo, intento que entienda que es mejor hablar, contar lo que sucede, en lugar de llorar y enfadarse más y más. Pero claro, esto a un niño de 2 años es difícil hacérselo entender. Pero a pesar de que no me entendía muchas cosas, yo me paraba y le explicaba, le hablaba. Y algo debía entender, porque se quedaba atento mirándome con sus ojos de curiosidad, y se iba calmando poco a poco.
Y en toda esa vorágine de llanto y desesperación reconozco que a veces no he estado a la altura, a veces el cansancio, la verguenza porque estábamos en la calle, el no saber qué hacer, el llevar todo un día de berrinches ha hecho que yo me haya comportado como él o incluso peor. Lo confieso y reconozco no sin pudor, pero aunque soy mamá también soy humana, con mis virtudes y mis defectos, y cuando una está agotada, no sabe como salir de una situación y tu hijo te pone al límite, pues la paciencia es difícil mantenerla.
Es ahora cuando me doy cuenta que si yo hubiera actuado de otra manera en determinadas ocasiones las cosas hubieran ido mejor, si yo hubiera sido más paciente, o más cariñosa, o más comprensiva...... O todo al tiempo.
Me di cuenta de esto que os cuento algo más tarde y entonces puse en práctica los trucos más efectivos:
. No levantar la voz.
. No ignorarle absolutamente.
. Abrazarle, acunarle, besarle.
. No llorar delante de él.
. Sonreir e intentar hablarle con voz suave.
Y si todo ello no vale, esperar a su lado a que se le pase y después abrazarlo. De todo lo que he probado, este sin duda ha sido el mejor de los trucos.
Y sí, aunque parezca mentira, se pasa. No de golpe, pero sí poco a poco. Y cuanto más comprensivos seamos con ellos antes y mejor se pasará. No les vamos a convertir en mimados, egoistas, por quererles cuando peor se portan. Al revés, haremos unos niños cariñoso, confiados, con una autoestima enorme.
Pero es duro, al menos para mi lo ha sido. No he podido evitar gritarle, desesperarme, llorar incluso, no he sabido como reaccionar a veces. Pero afortunadamente el tiempo te da perspectiva y ahora me doy cuenta de muchos errores cometidos y me doy cuenta de que es una fase más, una fase de la que se aprende.
¿Qué hacer cuándo sucede?, pues poco más de lo que he contado. Poco puedes hacer, solo armarte de valor, paciencia y amor. ¡¡Ah!! y muy importante, tener como madre o padre muy claras las cosas y ponerte una coraza para soportar y que te resbalen las opiniones de los demás.


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