El diario “El País” y la cadena SER presentaban este lunes como gran exclusiva que “empleados del ‘número dos’ de la CEOE”, el empresario hostelero Arturo Fernández, “denuncian que les paga con dinero negro” parte de su sueldo en sobres de entre cien y setecientos euros.
Una práctica que, de ser cierta, es reprobable y perseguible por Hacienda, aunque obedezca posiblemente a la acusación de empleados cuyos sobres no era tan voluminosos como crían merecer.
Pero para erradicar estos premios, bonos o dietas en negro con las que muchas empresas estimulan a algunos empleados hay que darle la vuelta a la mentalidad del país, tanto, que incluso deberían ponerse inspectores para que los camareros declaren las propinas que reciben.
Un antiguo responsable de “El País” llamaba de vez en cuando a sus amigos y nos invitaba a una cena a la salud de Polanco y de Cebrián, sus jefes, por el sobre con dinero negro que le entregaban regularmente cuando asistía a unas reuniones de altos cargos.
Hoy está entre los despedidos en el ERE que afronta el que fue un buen periódico, y le autoriza a este cronista a revelar lo anterior, aunque no a dar más detalles: su silencio podría premiarle con algún otro sobre.
Otro periodista, Luis Cadagua, del portal empresarial CapitalMadrid, contaba recientemente una anécdota sobre ese periódico que denuncia ahora a Arturo Fernández, pero sin hablar de sí mismo: Jesús Aguirre, el anterior y fallecido marido de la Duquesa de Alba, era consejero de “El País”; llegaba a las reuniones, pedía su gordísimo sobre, contaba los billetes entregados en negro, y se iba.
Aparte de “dietas” como premio por trabajos especiales, siempre hubo otras reuniones con el personal de Redacción con sobres de diferente volumen que no debían enseñarse unos a los otros.
Casi nunca se firmaba un recibí. Gran parte de las empresas españolas hacen igual, aunque hipócritamente denuncien esas prácticas en las otras.
Si los despechados de estas sociedades las chantajean denunciando la circulación de sobres ante Hacienda, España se derrumba: la hipocresía es lo que la mantiene en pie.
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SALAS