Quien no me conoce o quien me conoce más bien poco puede pensar que soy una madre extra entregada. Una madre que antepone a sus hijos a todo lo demás. Quizás, quien así lo ve piensa que debería desprenderme más o concentrarme más en mí y esas cosas que ahora están tan de moda.
Quien me conoce apenas, aunque crea saber mucho de mí, ni se imagina que si dedico grandísima parte de mi vida a mis hijos es porque yo no tuve a mi madre conmigo siempre que la necesité porque se fue demasiado pronto, porque el tiempo me ha dejado sólo algunos recuerdos que no son los que el corazón necesita cuando hace frío y busca calor. Y porque, aunque la vida quiso ponerme una madre durante gran parte de mi infancia, adolescencia y comienzo de edad adulta, las circunstancias, y mi propia elección de vida, también se han encargado de que ese lazo ya no exista.
Si mis hijos están enfermos quiero que tengan mi calor junto a su cuerpecito. Si están tristes quiero que cuenten con mi apoyo. Si no han tenido el día fácil o la noche los despierta para recordárselo quiero que me encuentren cuando vuelan a mi cama.
Quien me conoce poco pero me mira con mirada de saber mucho no entenderá que yo deje lo planeado cuando mi hija llega del colegio con fiebre, o cuando mi hijo lleva toda la tarde con asma.
Quizás, sólo quizás, puedan pensar que gestiono mal mi tiempo, que me quemaré antes, que los niños se acostumbrarán a tenerme cuando quieran y siempre.
Y ¿sabéis qué? Que eso es justo lo que quiero. Que mis hijos sepan que me tendrán siempre, siempre que me necesiten, siempre que necesiten un abrazo calentito, siempre que lleguen a casa con una decepción, siempre que empiecen una nueva historia de amor y hayan superado su primer desengaño, siempre que discutan con su mejor amigo, siempre que el examen les salga peor de lo esperado, siempre que consigan la beca que tanto anhelaban, siempre que logren eso que tanto perseguían, cuando anuncien que se independizan, cuando digan que van a ser papás, cuando inicien su vida en pareja o en comuna, cuando se vayan a la otra punta del universo... En resumen, siempre que necesiten una MADRE, con todo lo que esta enorme palabra significa e implica: amor, dedicación y tiempo, todo el tiempo del mundo.
Quien me conoce a fondo sabe que no me gusta la compasión. Tampoco la necesito. Hablo de mi vida con naturalidad porque creo que la vida es así y punto. Todos tenemos nuestra particular batalla con ella y elegimos lucharla o quedarnos quietos.
Yo intento ser la madre que creo que mis hijos necesitan, ni mejor ni peor que ninguna, con mis ratos para mí sola y mis ratos para ellos, que suelen ser muchos más. Con mis mil errores y unos cuantos aciertos. Esa madre que se pone a cantar y bailar como una loca festivalera sólo por verlos reír. Esa madre que llora a ratos porque es humana y se cansa. Sólo intento ser esa madre cuya sonrisa les reconforta y les hace olvidar todos sus males y les hace pensar que todo va a estar bien. Porque, en definitiva, lo que yo quiero es... ser MADRE.
CON M DE... MAMÁ