Por Yolanda Alba*
Una tarde en este diciembre frío y madrileño, en el trascurso cálido de un acto filantrópico, me encontré a un viejo amigo, miembro de uno de nuestros partidos políticos y ex cargo relevante en una de nuestras regiones. Atenta yo a cualquier detalle estético sobresaliente, detecté que se perfilaba en su solapa una joyita -minúscula- con símbolos masónicos y le abordé, ávida y curiosa de una respuesta convincente.
La recibí: me habló sobre los valores de Libertad, Igualdad y Fraternidad, premisas incontestables en cualquier democracia desde la fundación de ésta, sea Francia o Estados Unidos de América; disertó enfáticamente sobre altos valores éticos, sobre el progreso de la humanidad -en el sentido de avanzar hacia adelante-, sobre la Filosofía como herramienta de aprendizaje y sabiduría, sobre el perfeccionamiento de la persona y, por ende, de la sociedad. Obviamente, se refirió a la Logia a la que pertenecía y al amor que practicaban sus miembros por el Conocimiento, por la búsqueda de la (s) verdad(es), el estudio de la moral y la práctica de la solidaridad a las que se entrega toda la hermandad y sororidad que a ella acuden.
Con una calma extraordinaria me explicó racionalmente como la Franc-masonería u Orden del Arte del Constructor -también hay constructoras- trabaja por la mejora material y moral de la Humanidad buscando el perfeccionamiento intelectual y social de ésta. En la institución se considera, sin excepción alguna, que las concepciones metafísicas pertenecen al fuero interno de cada persona -de ello el rechazo de toda afirmación dogmática-. Para lograr todos estos fines se adhieren a principios como la mutua tolerancia, el respeto hacia los demás y hacia uno mismo, así como la libertad absoluta de conciencia y creencia.
Interesada yo en el tema, le rebatí en el sentido de como la francmasonería es un movimiento iniciático que algunos confunden con una religión y otros con un movimiento político, una ocasión para reunirse entre amigos y filosofar, o bien una organización de beneficencia. Y como para muchos francmasones que conozco, en cambio, se trata principalmente, y tal vez únicamente, de un sistema de moral, velado y explicitado al mismo tiempo por alegorías, e ilustrado por símbolos: "Si, efectivamente todos estos son elementos respetables y corresponden en parte al papel de la Francmasonería...".
"Pero ¿y este silencio hasta ahora?", le espeté. Sonrió afable recordándome que jamás un masón o masona hace proselitismo, que el serlo es un camino interior y que la masonería quiere pasar "de sociedad secreta a sociedad discreta".
Me quedé fascinada de la paz de sus palabras, habiendo conocido y valorado siempre de antemano su inmensa calidad humana. Y hablamos de mujeres, de estereotipos, de prejuicios, de exclusiones, bien sûr!: "Escúchame bien; en mi Logia mixta hay mujeres y hombres de cuatro partidos políticos diferentes, y eso es bello, es decir, hablamos de lo que nos une y no de lo que nos separa. Ahora hay que abrirse a la sociedad, superar las épocas en que teníamos que permanecer en la clandestinidad para sobrevivir". ¿Y qué hay del famoso contubernio que tenía a Franco asustado y por el que persiguió, encarceló y asesinó a sus miembros y destrozó sus archivos y documentos históricos?: "Ahí inciden dos factores. Por un lado, el padre y el hermano de Franco eran ambos masones y un buen par de vividores, así que él asoció el sufrimiento de su madre con la masonería. Aun así, al parecer pidió el ingreso en una logia en Larache y no fue admitido". La Masonería, pues, no es secreta sino discreta. Y, precisamente, me invitó a un acto que se celebrará como cada año con motivo del aniversario de la proclamación de I República Española, en el cementerio civil de Madrid, en el que se realizará una ofrenda floral ante las tumbas de los presidentes Estanislao Figueres, Francisco Pi i Margall y Nicolás Salmerón, ilustres masones, como también lo fue la jurista Clara Campoamor. Gracias a su trabajo incesante en el parlamento de los años 30 disfrutamos las españolas desde entonces del derecho al voto. Acudiré a esa curiosa cita llena de simbolismo, sin duda. Y os seguiré informando sobre esta importante institución a la que también pertenecieron otras ilustres mujeres que lograron avances importantes para el género humano: Maria Deraismes, Julieta Lanteri, Gabriela Mistral, Eleonor Roosevelt, Catalina de Rusia, Carmen de Burgos o Annie Besant...entre otras muchas. Yo también quiero ser masona. ¡A la gloria de la Gran Arquitectura del Universo, Hermanas!
Fuente: Mujeres y Cía
(*) Yolanda Alba