Quiero soñar siempre con sueños de verdad, aunque sean alocados, muchas veces la fantasía se hace realidad, pero nunca quiero soñar con sueños de cartón-piedra, camuflados detrás de una careta con falsa sonrisa (tan falsa, que está dibujada, por eso es permanente, y por eso engaña), de esos que me castigan con el látigo de la decepción, y que acaban siento sueños rotos, que al final se transforman en más negatividad para guardar en el baúl (que además está ya, casi lleno) de las cosas inservibles. Tampoco quiero sueños de hielo, que se derriten siempre al calor de la realidad, ni sueños de fantasmas, porque no me fío de lo que hay debajo de algunas sábanas. Y mucho menos, quiero sueños excesivamente dulces, de esos que cuando me despierto, me dejan sabor empalagoso. Quiero...