Quiero un debate entre Pablo Iglesias y Marine Le Pen

Publicado el 02 febrero 2014 por Vigilis @vigilis
¿Por qué hablar de Podemos y no de IU o de otros partidos ultras que prosperan al calor de la crisis? Porque a cierto nivel de marketing político lo hacen mejor que los otros. Conectan mucho mejor con la gente de mi generación que otros partidos por factores que en principio son aprovechables por cualquier grupo: sus portavoces son treintaañeros, han tenido Internet en su casa desde la adolescencia, emplean un lenguaje contemporáneo y no rancio, etc. Factores aleatorios que empleados de forma coordinada suponen una focalización del esfuerzo hacia un objetivo entre el electorado muy concreto. En ocasiones, cuando los partidos más grandes se dirigen a todos los grupos de edad, ingresos, etc. sus mensajes hacen aguas: lo que es bueno para unos (pensionistas) perjudica a otros (universitarios) y por tanto se pierden en un marasmo posterior de medidas correctoras que desinflan el discurso. No es el caso de Podemos. Todavía.

Es especialmente gracioso leer a la nueva verdadera izquierda criticando a la nueva nueva verdadera izquierda.

Se nos advirtió que una crisis económica del copón siempre trae de la mano el surgimiento de movimientos populistas, ultras y potencialmente peligrosos. Gente que quiere destruir el statu quo por la vía rápida, personas para quienes la explicación de las cosas que pasan es sorprendentemente sencilla, gente que cree que la voluntad lo puede todo. Afortunadamente para la gente decente, leída y prudente estos movimientos ultras se diluyen en nuestro caso en varias opciones políticas. La propia naturaleza de estos movimientos populistas hace que se enfrenten unos con otros, he ahí la primera línea de defensa de la gente normal. No hay que mover un dedo para dejar que se autodestruyan. Bueno, convendrán ustedes conmigo en que en ocasiones un empujoncito en dirección al barranco tampoco les viene mal.
Es terrible que todo el discurso que está haciendo hoy en día la izquierda fundamentalista se construya sobre los cimientos de ciertos axiomas que para ellos no requieren explicación. Estos axiomas sólo buscan la adhesión sin preguntas. Cosas como por ejemplo la existencia de un oscuro poder financiero que domina a los gobiernos y a la banca internacional. Cosas como el pensamiento mágico de que se puede regresar a un mundo proteccionista que han idealizado algunas mentes calenturientas. Cosas como que para que uno se haga rico hace falta uno que se haga pobre. Cosas como que el aumento de la desigualdad se debe a una conspiración para crear un ejército de esclavos. Todo este pensamiento mágico requiere una cierta profundización y no quedarse en la simple adhesión a la proclama.

Foto con perro y mirada acero azul. ¡FOTO CON PERRO Y MIRADA ACERO AZUL!

Se puede responder por ejemplo que los "oscuros poderes financieros" no son sino fondos de pensiones supervisados por los gobiernos (el mayor fondo de inversiones del mundo es el Fondo del Petróleo de Noruega, que paga el estado del bienestar de ese pequeño país nórdico) y la banca central que a su vez también está supervisada por agentes del gobierno. Otro "oscuro poder financiero" puede ser el FMI que se dedica a conceder préstamos a países quebrados y cuya naturaleza también es pública.
Frente a la nostalgia proteccionista se puede decir que las medidas de este tipo sólo protegen a la industria nacional en apariencia. Dificultar las importaciones impide al país acceder a bienes que en otros lugares del mundo pueden ser más baratos o de mejor calidad y además supone un aumento gratuito de la competitividad de los países que sí practican el libre comercio entre sí. Dificultar la importación de microscopios puede crear el incentivo de que aparezca aquí una fábrica de microscopios, pero al vivir en el mundo de la mentira, estos serán más caros. La diferencia del nuevo coste será una socialización de pérdidas. ¿No habíamos quedado en que socializar las pérdidas era algo malo? Vaya, parece que para la izquierda fundamentalista esta regla admite excepciones.

Solamente hay un modo en el que en un intercambio económico uno se haga rico y el otro pobre: robando. El comercio internacional no se basa en el robo, sino en la competencia. Precisamente abandonar la época del proteccionismo nos hace ver que los países prosperan siendo más apetecibles que otros: ya sea por precio, por calidad o por ofrecer un producto en exclusiva. Todo intercambio económico libremente realizado por dos agentes, resulta positivo para ambos ya que si la ganancia no fuera superior a la pérdida, este no se produciría. No ignoro que en el comercio internacional existe el abuso de poder, el espionaje industrial, la subvención pública y un montón de malas prácticas. No vivimos en un mundo ideal donde todo va como la seda, pero lo cierto es que los beneficios superan con mucho a las pérdidas: basta comprobar cómo todos los indicadores de desarrollo humano mejoran según los mercados internacionales se van abriendo. Y sí, nosotros también mejoramos: ahora que casi no podemos competir por precio, estamos obligados a competir por calidad, lo que hace que haya que aumentar la inversión en bienes de equipo e infraestructuras, razón por la cual aumenta la desigualdad y no baja el paro —como ocurre en todos los países en esta fase: mirad a Reino Unido en el 78 y la curva de Kuznets—. La buena noticia es que tenemos la exclusiva de ciertos productos y servicios. Una política proteccionista los haría inútiles.
Preguntarán ustedes qué tiene que ver todo esto con las elecciones a las que se presenta Podemos. Tiene poco que ver. Pero es que en sus mítines exponen estas ideas mágicas que nos hablan de un mundo que no existe. Aunque no solo hablan de esto, también hablan… de la última guerra civil española. Quien mamaba teta durante la Transición se cree que esa Transición fue un fraude porque no se produjo la ruptura, sino una mera reforma. Para estos octubristas del Starbucks lo ideal sería rehabilitar a la Segunda República y corregir la historia. Una persona más o menos en sus cabales pensaría que no es bueno ignorar a la mitad de la población, pero es que para los chavales que llevan Podemos no se trata de ignorar a la mitad de la población, ellos creen que su discurso lo comparte "el 99%" de la gente. Claro, una vez identificado un poder oscuro en algún escondido despacho teórico como el causante de todos los males, es sencillo tener fe en que tu discurso es ampliamente compartido. Pensamiento mágico.
Y tocando ya temas de política nacional —nadie sabe qué diablos es la UE así que para qué hablar de política europea, pensarán—, puedo recordar cómo Podemos apoya el referendum secesionista que quiere organizar la élite cleptocrática catalana. Es decir, Podemos, que dice ser de izquierdas, defiende que se le quiten derechos políticos a la mayoría de la población para beneficiar a una minoría. Según ellos, se trata de "no tener miedo a la democracia" y dejar que se vote cualquier cosa de cualquier modo. El caso es que no hay nada más antidemocrático que establecer normas ad hoc y desposeer al ciudadano de su soberanía nacional sin su consentimiento. Y de eso se trata.

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Claro, en sus cabecitas esto tiene sentido. Recordemos cómo Podemos también defiende el relato etarra: cómo unos gudaris luchadores por la libertad de su pueblo milenario se enfrentaron a un estado opresor que les perseguía y torturaba. Políticamente esto no es nuevo: en las pasadas elecciones europeas, los etarras se presentaron bajo las siglas de Iniciativa Internacionalista (creo). El discurso nazicomunista etarra encuentra acomodo en flipados radicales de Izquierda Castellana y otros grupúsculos radicales que solamente se diferencian por los colores de las banderas que decoran sus habitaciones. Hoy que gracias al gobierno de España los etarras pueden presentarse libremente a las elecciones para vergüenza y oprobio de quienes defendemos el Estado de Derecho y la dignidad humana, parece que los proetarras se presentarán solos, así que este apoyo de Podemos no les supondrá un rédito político, lo hacen por convencimiento, por fanatismo.
Resulta chocante que estos que se pretenden de izquierdas apelen a la fractura de la soberanía nacional. Decían los clásicos marxistas que el nacionalismo era un instrumento de élites burguesas para opresión de la clase trabajadora. Asimismo es chocante que gente que dice ser de izquierdas aluda a pertenecer a una "familia de izquierdas" como repite incansable Pablo Iglesias en sus mítines. La llamada de la sangre cualquiera diría que pertenece a las familias aristocráticas que buscan la permanencia de sus privilegios por motivos de nacimiento. A esta gente le da lo mismo ocho que ochenta. Y si ésa es la nueva izquierda, yo, que defiendo la soberanía nacional como instrumento de organización social, formada por la unión libre de voluntades individuales en arreglo a una Constitución que sea una norma básica de convivencia que sólo puede ser modificada por la propia soberanía nacional de la que emanan sus poderes y que rechazo categóricamente los privilegios por razón de sangre u origen, debo ser de la nueva extrema izquierda. Algo no cuadra ¿verdad? Hace falta una pieza para que cuadre.

A Marine Le Pen se le está quedando cara de señor mayor. Es el síndorme Pertegaz pero en mujer.

Si comparamos el discurso de Podemos con el del Frente Nacional francés, ya todo cuadra. No es que yo esté en un error de ubicación ideológica, es que esta nueva izquierda es un cacao de foralismo aristocrático que pretende utilizar al desclasado lumpen para beneficio de la burguesía. Hoy el lumpemproletariado abunda en la piel de toro. No sólo por aumentar las filas de los derrotados por la crisis sino por el esfuerzo de nuestros comunistas por que desaparezca la conciencia de clase. En el momento en que apoyar esta o aquella moda es de izquierdas o no, el discurso marxista desaparece y es sustituido por ideas de bombero que van apareciendo en función de la posición que adopte el PP. Cuando quitas del discurso de Podemos el "ser de izquierdas" como factor de mera propaganda, te queda el Frente Nacional.
Y aquí vuelvo a la política europea. En Europa existen dos grandes visiones sobre qué debe ser la UE. Unos dicen que hay que tender a la federación y a la toma colectiva de decisiones, a la cesión de soberanía. Otros, por el contrario, creen que lo mejor es que el estado nacional tenga el protagonismo en la toma de decisiones y que la UE sea un mero espacio de contacto diplomático ligado por intereses comunes. Cuando oigo a Pablo Iglesias en sus mítines hablar de recuperar la soberanía que nos han robado "poderes exteriores" aludiendo a la imposición del artículo 135, me  confirma la tesis de que está por la supervivencia del estado nacional. Como Le Pen una vez más. Claro que esto entra en contradicción con su apoyo al referendum secesionista. ¿Para unas cosas hay que ser soberano y para otras no? Estas contradicciones a nivel teórico tan solo reflejan el cacao mental en el que están ubicados.