¡Quillo! Un toro. Por Enrique Martín

Publicado el 02 junio 2012 por Malagatoro
El primer Cuadri de la tarde. Foto: Juan Pelegrín/Las Ventas “Parece el comienzo de un chiste, iban un triguereño y uno de las Ventas andando por el campo y de repente el segundo dice ¡Quillo! Un toro, y el onubense afirma ¡Un Cuadri! Pero yo digo ¿qué más dará? Si lo uno no excluye lo otro, es más, el nombre refuerza la idea. Solo hay que pasarse una vez al año por la plaza de Madrid y se sale de dudas. Tantos días de toros, para encontrarnos con una corrida completa en la penúltima del serial en honor al Santo Patrón. Anda que no ha sido difícil completar los seis de Cuadri, y no porque haya habido baile de corrales, ni discusiones entre los veterinarios de si este pasa, este no, la empresa que interviene para ver… No, ni mucho menos; es que de diciembre a estas fechas han sido varios los toros que se han dañado y no han podido ser enchiquerados; los últimos a las puertas de la plaza. No es infrecuente oír eso de que la presentación es impecable, luego hay que saber lo que llevan dentro. Pues muy fácil, casta y bravura, en diferentes grados, lógicamente. Hoy no he podido resistirme a recrearme en esa estampa de toro, badanudo, hondo y musculoso. Grandes, que no enormes, poderosos e imponiendo allá donde vayan. Como siempre suele ocurrir, podría haberme decantado por la forma en que algunos fueron al caballo, a como seguían los engaños o como se apoderaban de los galones de mando y se autoproclamaban “Taurus Imperator”. Normalmente intento plasmar un momento que me haya llenado, que me haya hecho sentir lo grande que es el toreo y lo he querido compartir con ustedes; pero en esta ocasión, tanto me ha impactado la corrida en su conjunto, que he querido regalarles mis sensaciones dejándoles una imagen de cómo veo yo un toro, un toro íntegro de esos que querríamos ver todas las tardes. De los tres espadas poco diré; de Rafaelillo me ha decepcionado su actitud y su aptitud. Incapaz de estar a la altura de sus oponentes, lo menos que podía hacer es no querer hacer ver que no valían. Claro que valían, incluso dándole la lidia que él y su cuadrilla les han dado, lo que pasa es que la casta hace que el toro no sea la tonta del bote y además hace que se enteren antes que los demás. Javier Castaño ha tenido la mala fortuna de sufrir un percance innecesario, bastó un despiste de un segundo para que el Cuadri le mandara a la enfermería. Puedo terminar la lidia de este, pero no salir para enfrentarse al quinto. Y Luis Bolívar, torero que en un tiempo era considerado como valiente, parecía no haberse enterado que lo que tenía delante no era el toro comercial, el artista, ese con el que las figuras componen, este se limitaba a exigir un torero que le marcara el paso y que le llevara por donde él quisiera. Pero este no era el caso. Quien sabe, igual a eso de las siete y unos minutos, después de los clarines y timbales iban uno de Murcia, un salmantino y un colombiano por el callejón de las Ventas  uno ha exclamado ¡Quillo! Un toro.” Enrique Martín en Opinión y Toros