Quirúrgica

Por Siempreenmedio @Siempreblog

No te proteges a ti. Proteges a los demás. Desde tu incertidumbre, desde la imposibilidad de estar totalmente seguro de que estás sano, eliges filtrar el aire que exhalas y que nadie sufra por tu culpa. Pero ¿quién te protege a ti? La incertidumbre consciente de los demás. Si a ellos les preocupa tanto como a ti el sufrimiento ajeno y la culpa propia, todos estarán protegidos. Eliges confiar.

Es una mascarilla pero también es una metáfora. Algo aparentemente sencillo y frágil que funciona de maravilla si mucha gente se pone de acuerdo. Y que no sirve absolutamente de nada si no vamos todos a una. Pero saldrá bien. Sí, hay ciertos hombres malos, pero no son mayoría.

Porque luego están las otras. Esas pijas con válvula. La mascarilla egoísta. La que filtra el aire que inhalas pero no el que exhalas. La mascarilla "que cada perro se lama su cipote", la mascarilla ultraliberal. Esa mascarilla parte de otra asunción, legítima por supuesto: yo estoy sano, no podía ser de otra manera, y solo puedo responder de mi responsabilidad, no de la ajena. El hombre es un lobo para el hombre y si no me cuido yo quién me va a cuidar. Eliges desconfiar. O confiar solo en ti. Que el que te merezca lo demuestre.

Esta otra mascarilla es también una metáfora. El orden que nos rodea es frágil, por momentos inexistente, y hay que prepararse para cuando afloren la selva y su ley. No puedes fiarte de nadie. Hay ciertos hombres buenos, héroes, pero la media del conjunto de la humanidad sale a pagar.

Obviamente no hablo del personal sanitario. Ellos sí saben qué se juegan y dónde están.

Luego están el precio y el diseño. El filtro barato o la válvula de marca. El golpe en la mesa de la administración y la publicidad institucional, que lo es siempre electoral. Y el miedo, por supuesto, y la indefensión, que uno no se alimenta solo de metáforas.

Aunque un poco sí.