Quizá - Luisa Geisler

Publicado el 29 mayo 2016 por Rusta @RustaDevoradora

Edición:Siruela, 2016 (trad. Carla Guimarães)Páginas:214ISBN:9788416280469Precio:19,95 € (e-book: 8,99 €)
«A veces ser una mala influencia es mejor que no ser influencia alguna» (p. 47). Lo dice un personaje de Quizá (2012; Premio Sesc, finalista Premio Jabuti), la primera novela de la jovencísima escritora brasileña Luisa Geisler (Canoas, Rio Grande do Sul, 1991). En este libro son dos los que se influyen, dos muchachos solitarios, marginales en cierto modo, que se ven obligados a entenderse. Por un lado, Clarissa, de once años, una niña estudiosa y poco sociable, que se encuentra en esa edad en la que empieza a tomar conciencia de lo que la rodea pero aún no participa de ello como adulta. Por el otro, Arthur, su primo, un adolescente problemático de dieciocho años, que falta a clase y solo muestra interés por los tatuajes y el dibujo («Dibujo porque cuando hablo nadie me tiene en cuenta», p. 134). Arthur se intentó suicidar, y la familia decidió que tal vez sería bueno para él pasar una temporada en casa de Clarissa, porque los padres de su prima tienen lo que se dice un buen trabajo, una vida ordenada, un control absoluto de lo que hace su hija. Al menos, así era hasta que llegó Arthur, la (¿mala?) influencia.La estructura de Quizá tiene una particularidad: la narración comienza cuando el tiempo de convivencia de los chicos está a punto de terminar. Las primeras y las últimas líneas de cada capítulo relatan la comida familiar de Navidad que marca ese fin. Allí se reúnen con el resto de la prole, incluida Cristina, la madre de Arthur, que pasa la mayor parte de la velada encerrada en una habitación, charlando con una hermana. La autora narra cómo todos empiezan a comer mientras ella no aparece. Los motivos de su ausencia no se desvelan hasta el final; mientras tanto, se sirve de esta pequeña intriga para desgranar la relación entre Clarissa y Arthur. Este no es el único recurso experimental empleado por Geisler: entre los capítulos de la historia principal, intercala fragmentos dispersos e inconexos, que combinan registros (flujo de conciencia, citas, periódico) y evocan impresiones («impresiones» por lo breve e impreciso, como una pincelada emborronada) de desazón, soledad, desubicación, miedo; emociones como las que experimentan los protagonistas. Tiene un estilo ambicioso, utiliza el lenguaje con mucha plasticidad, se adapta al tono coloquial del diálogo cuando conviene y juega con la cadencia de las frases con una madurez literaria asombrosa para una primera novela.La elección de los protagonistas también es inteligente: representan dos polos opuestos, y sin embargo su «rareza», su retraimiento, los acerca. Clarissa sale con Arthur, conoce a sus amigos, se distrae un poco del colegio; el reducido mundo de Clarissa se expande, lo que no está exento de tensiones para ella, que se siente fuera de lugar con las propuestas de su primo. No es casual que Clarissa se encuentre al principio de la adolescencia y Arthur al final: además de potenciar el contraste entre ellos, se trata de una excelente forma de mostrar el desasosiego propio de cada etapa adolescente. Ella navega entre su inocencia de niña obediente y el descubrimiento de un entorno en el que papá y mamá no tienen cabida, un entorno más desordenado, que la atrae y a la vez la asusta («No le gustaba, pero era tan nuevo, tan revelador, que era imposible que no le gustara», p. 151). Arthur debe elegir una carrera, centrarse, aunque al mismo tiempo no se siente preparado; y ese pasado del que no quiere hablar todavía duele. Geisler hace muchas referencias musicales y sugiere unas interesantes analogías entre el género preferido por el personaje y su personalidad: Arthur, rock, rebeldía; la madre de Clarissa, Edith Piaf, una mujer dominante (Non, je ne regrette rien); Clarissa, a veces Lady Gaga, a veces lo que escucha Arthur, el gusto aún por formar.Las relaciones entre padres e hijosocupan otro espacio significativo de Quizá. Buena parte de las afecciones de los jóvenes se relacionan con la actitud de los padres (esta idea puede resultar un cliché, aunque no por ello deja de tener interés explorarla). En el caso de Arthur, la tensión se evidencia enseguida: lo crió Cristina, sin un padre, con una relación entre madre e hijo un tanto complicada, casi disfuncional, de la que se revelan secretos poco a poco. No obstante, quizá por no ser tan intuitiva a primera vista, la situación familiar de Clarissa está mejor planteada: de puertas afuera, son la familia perfecta, casa ordenada, padre y madre con salarios generosos, pendientes de su hija, Clarissa la niña aplicada que todo padre querría tener. Con todo, la autora va mostrando que este hogar «ideal» tiene asimismo fisuras, en particular la falta de comunicación: todos dan por hecho que sus vidas funcionan como deben funcionar, y a veces el exceso de confianza les hace pasar por alto algunos cambios.

Luisa Geisler

A pesar de que Quizá presenta los problemas habituales en una primera novela (algunos excesos estilísticos, un poco pretencioso, un desenlace tópico que no hace justicia a la creatividad mostrada en el resto de la obra, como si no supiera con exactitud cómo cerrarlo), tiene muchos más aciertos que flaquezas y Geisler hace gala de un estilo vigoroso y personal que ya quisieran algunos autores más experimentados. Además de su fina capacidad de observación de lo cotidiano, su sutileza para retratar las grietas de personajes a punto de romperse y su narrativa experimental, es de subrayar que no caiga en la cursilería ni en el sentimentalismo. La amistad entre Clarissa y Arthur no se dulcifica; su relación, sus influencias mutuas, no pretenden comunicar una moralina sobre el amor al prójimo ni conmover con trampas narrativas. No: esto es literatura, literatura seria, porque la autora se toma en serio al lector y a sí misma. Y con esa seriedad se lee este debut: con la seguridad de estar ante el comienzo de una gran carrera.