Era el 7 de abril de 2005,
cuando Iván Ergic, quiso destapar al mundo esa imagen del futbol que considera
nociva, arcaica y máquina de no hacer prisioneros. La pequeña gran crítica al
capitalismo hizo variar el tono de voz a Kurt Aeschbacher. La entrevista ya no
iba por sus cauces. Había nacido en la televisión pública suiza, uno de esos
futbolistas de izquierdas que no aparece en la foto por haberse movido.
Para él, el sueño del
futbolista ha sido sustituido por el sueño americano: “El fútbol, como otros
deportes altamente profesionalizados, sirve para entender y para mostrar a las
clases más pobres que tienen las mismas oportunidades que el resto de ser ricos
y famosos. Es la manera más pérfida de ser explotado, no solo con un propósito
ideológico, sino como propaganda de un cuento de hadas donde se puede huir de
la miseria. Así, la industria del futbol se beneficia de aquellos que no pueden
tener lo más básico. Ese cuento de hadas sirve para engañar a niños que viven
en la pobreza y que nunca podrán acceder a la educación que necesitan para ser
médicos, abogados o banqueros. Y no se quejarán por ello”.