viernes, 28 de marzo de 2025

De las entradas del blog de hoy viernes, 28 de marzo de 2025

 





Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz viernes, 28 de marzo de 2025. Si nos quieren convencer de que servir en el ejército es un deber cívico, no puede convertirse en una mercancía, dice en la primera de las entradas del blog de hoy la filósofa María Eugenia Rodrìguez Palop, y Europa debe estar preparada para una guerra que no es inminente pero tampoco imposible. La segunda es un archivo del blog de tal día como hoy de 2019, en el que se hablaba de que era inevitable añorar los tiempos pasados, sobre todo cuando fueron gloriosos, pero que no se puede parar el futuro por ello. El poema de hoy, en la tercera, se titula Hacia el final, es del poeta Jorge Guillén, y comienza así: Llegamos al final,/A la etapa final de una existencia. Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν" (toca marchar); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt











Del deber de defender a la patria

 







Si nos quieren convencer de que servir en el ejército es un deber cívico, no puede convertirse en una mercancía, escribe en El País [Reclutamiento forzoso: ¿todos a la guerra?, 24/03/2025] la filósofa María Eugenia Rodrìguez Palop. Europa debe estar preparada para una guerra que, en palabras de Ursula von der Leyen, no es inminente pero tampoco imposible, comienza diciendo Rodríguez Palop. De momento, la Unión Europea impulsará un plan masivo de rearme y hay quien estudia la posibilidad de reinstaurar el servicio militar obligatorio a fin de incrementar nuestros efectivos.

Con diferentes modelos y niveles de compromiso, varios países europeos han mantenido el reclutamiento forzoso o han introducido incentivos para hacer más atractivo el servicio militar. El artículo 30 de nuestra Constitución habla del derecho y el deber de defender España, garantiza la objeción de conciencia y remite a una ley que regule los deberes de los ciudadanos en casos de grave riesgo, catástrofe o calamidad pública.

El dilema es que parece totalmente imposible armonizar el deber de defender un país con arriesgar la vida que ese mismo país está obligado a proteger. Recurrir a la coacción y obligar a personas mayores de edad (excluyendo a mujeres embarazadas) a enrolarse durante un determinado período de tiempo para luchar en el campo de batalla no es compatible con el principio de inviolabilidad y autonomía personal que dota de sentido a un sistema democrático. Sacrificar a unos en beneficio de otros, disponer del proyecto vital de toda una generación para favorecer a las venideras, es una práctica utilitarista y perfeccionista que viola el derecho a la vida que el Estado tiene que salvaguardar. El deber de dar la vida por la patria, en caso de ser necesario, no puede equipararse con cualquier otro deber cívico, como el de pagar impuestos o formar parte de un jurado.

Para salvar este escollo, en ciertos lugares se permite que las personas llamadas a filas paguen a sus sustitutas. O sea, se opta abiertamente por una guerra de ricos en la que son los pobres los que pelean, trasladando la idea de que la vida puede reducirse a un valor monetario y que no todas las vidas valen lo mismo. La cuestión es que la vida no tiene precio porque, entre otras cosas, no tenemos ningún criterio fiable para determinarlo, y la utilidad social de las personas no se puede medir en función de su cuenta corriente. Es de necios confundir el valor y el precio. Y es antidemocrático pensar que la vida de los ricos es, por definición, mucho más valiosa.

La alternativa a este mercado de personas sustitutas podría ser la de crear incentivos para que la gente se enrole en los ejércitos apostando por un sistema profesional, como ya sucede en varios países de la UE. Sin embargo, aquí se obvian las abismales desigualdades que existen en la sociedad sin considerar, además, que el mercado laboral no siempre las corrige. Las necesidades económicas condicionan nuestras elecciones vitales y aunque esto se pudiera amortiguar con políticas públicas —acceso privilegiado a ciertos servicios sociales o pagos en forma de ayudas o pensiones— esta alternativa, en realidad, no se distingue de la anterior. La única diferencia es que ahora es el Estado el que subvenciona a los más pobres para que le hagan sus guerras.

Si nos quieren convencer de que servir en el ejército es un deber cívico, ese deber no se puede poner en venta ni convertirse en una mercancía. Y esta paradoja se ve aún más clara si se incorpora el vector de la población migrante. ¿Sería aceptable un ejército formado solo por migrantes a los que, a cambio, se les otorgara la nacionalidad? No estamos tan lejos de eso. Francia ha lanzado un enrolamiento en línea para atraer a reclutas de todo el mundo, atenuando así el sacrificio de los franceses más vulnerables (con evidente coste electoral) y engrosando las filas con foráneos en peores condiciones. Una forma de mercadear con la vulnerabilidad que el propio Estado provoca, sin perder escaños.

Finalmente, siempre cabe recurrir a una contrata militar privada, como viene haciendo EE UU con Blackwater Worldwide (ahora llamada Constellis). Externalizar las guerras recurriendo a ejércitos de mercenarios, privatizarlas, permite a políticos y ciudadanos desentenderse de ellas. De este modo es más fácil y hasta “ilusionante” pensar en “nuestras” batallas patrias. No nos interpelan, desconocemos a víctimas y victimarios, no nos perjudican electoralmente y hasta nos acarrean ventajas económicas y estratégicas. Es más, como los inversores se han multiplicado, este podría ser un nicho de negocio muy rentable para la industria. Estaríamos, además, ante guerras mucho más cruentas porque la impunidad de los agentes privados suele ser mayor y no se mueven por la lealtad a la nación, sino por su cuenta de “resultados”. Si no son “nuestros” soldados, el juicio moral, social y político cambia radicalmente. Aquí la guerra solo se mide en pérdidas o ganancias económicas y si la superioridad militar es evidente, las ventajas también lo son.

Lo cierto es que cualquiera de estas alternativas plantea problemas de calado siempre que se asuma, simultáneamente, que tenemos el deber de defender a nuestro país, que la vida es valiosa y que todas las vidas valen lo mismo. Aún no hay solución para este viejo dilema. María Eugenia Rodríguez Palop es profesora titular de Filosofía del Derecho de la Universidad Carlos III de Madrid y exeurodiputada de Unidas Podemos (independiente).


















[ARCHIVO DEL BLOG] Nostalgia. Publicado el 28/03/2019

 







Es inevitable añorar los tiempos pasados, sobre todo cuando fueron gloriosos, pero no se puede parar el futuro, comenta en El País [Nostalgia en blanco y negro,28/03/2019] el periodista Guillermo Altares. El Gordo y el Flaco, Oliver Hardy y Stan Laurel, llegaron a ser los cómicos más famosos de su tiempo, en una época en la que competían con gigantes como Charles Chaplin y Buster Keaton. Sobrevivieron al paso del cine mudo al sonoro, pero su humor, blanco, ligero, bastante inocente, se fue apagando lentamente hasta que se convirtieron en un recuerdo. Se acaba de estrenar una película de Jon S. Baird titulada precisamente El Gordo y el Flaco, comienza diciendo Altares, que recuerda una gira que realizaron por el Reino Unido en la década de los cincuenta, cuando hacía años que se habían retirado y la vida les había derrotado. Empezaron en teatros de segunda medio vacíos y en desoladores hoteles de cuarta.

Las historias de cómicos al final del camino forman un subgénero que ha dado grandes películas, desde El crepúsculo de los dioses, de Billy Wilder, hasta El viaje a ninguna parte, de Fernando Fernán Gómez, en la que los cómicos de la legua se topan con el cine, que les come la tostada en el entretenimiento de los pequeños pueblos de la España rural de la posguerra. Queda para el recuerdo la imborrable escena en la que el propio Fernán Gómez desespera a un director de cine cuando es incapaz de declamar decentemente una frase, mientras el realizador lanza todo tipo de juramentos contra los hermanos Lumière.

Son filmes que, en su mayoría, hablan de los problemas que plantean las grandes transformaciones tecnológicas, que relatan cómo el viento del futuro se lleva por delante todo un universo que parecía perfectamente establecido. También describen lo efímero de la fama, lo despiadado que resulta el mundo del espectáculo, la capacidad implacable que tienen las sociedades para expulsar de sus sueños a los artistas cuando dejan de necesitarlos. Y demuestran también que la nostalgia es un sentimiento bastante yermo. Es inevitable añorar los tiempos pasados, sobre todo cuando fueron gloriosos, como le ocurre a Norma Desmond en el filme de Wilder, pero no se puede parar el futuro. Ya lo decía José Agustín Goytisolo en Palabras para Julia, aquel maravilloso poema que cantó Paco Ibáñez: "Tú no puedes volver atrás / porque la vida ya te empuja / como un aullido interminable. / Hija mía, es mejor vivir / con la alegría de los hombres / que llorar ante el muro ciego".
















Del poema de cada día. Hoy, Hacia el final, de Jorge Guillén

 






HACIA EL FINAL 



Llegamos al final,

A la etapa final de una existencia.


¿Habrá un fin a mi amor, a mis afectos?

Sólo concluirán

Bajo el tajante golpe decisivo.


¿Habrá un fin al saber?

Nunca, nunca. Se está siempre al principio

De una curiosidad inextinguible

Frente a infinita vida.


¿Habrá un fin a la obra?

Por supuesto.

Y si aspira a unidad,

Por la propia exigencia del conjunto.

¿Destino?

No, mejor: la vocación

Más íntima.



JORGE GUILLÉN (1893-1984)

poeta español























De las viñetas de humor del blog de hoy viernes, 28 de marzo de 2025





 





























jueves, 27 de marzo de 2025

De las entradas del blog de hoy jueves, 27 de marzo de 2025

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz jueves, 27 de marzo de 2025. La inteligencia artificial, cruzada con la estupidez natural, es materia explosiva, afirma en la primera de las entradas del blog de hoy la escritora Lidia Jorge; hemos caído en la trampa y nadie sabe cómo volver atrás ni cómo seguir avanzando. El Brexit abre una oportunidad para resolver la controversia histórica sobre el Peñón para convertirlo en eje del futuro estratégico de toda la bahía de Algeciras y en símbolo de la amistad hispano-británica, se comentaba en un archivo del blog del 27 de marzo de 2018, pero siete años después seguimos donde estábamos. El poema del día, en la tercera, del poeta portugués Fernando Pessoa, se titula Cuando ella pasa, y comienza con estos versos: Sentado junto a la ventana,/A través de los cristales, empañados por la nieve,/Veo su adorable imagen, la de ella, mientras/Pasa… pasa… pasa de largo… Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν" (toca marchar); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt









De la inteligencia artificial y la estupidez humana

 







La inteligencia artificial, cruzada con la estupidez natural, es materia explosiva; Hemos caído en la trampa y nadie sabe cómo volver atrás ni cómo seguir avanzando, dice en El País [Las noches blanca, 23/03/2025] la escritora Lidia Jorge.

¡Oh, bendito sueño! A menudo, cuando más desdichado me sentía, me sumía en el descanso, y los sueños me sosegaban hasta el arrobamiento (Mary Shelley)

1. El pasado 11 de marzo, tuve el placer de conversar con Rosa Montero, moderadas por Daniel Peña, en la Fundación Ramón Areces de Madrid. Personalmente, animada por el intercambio de impresiones que mantuvimos en torno al tema Libros que cambian nuestras vidas, me reafirmé en la idea de que los escritores nos dividimos en dos grupos: los escritores ancla y los escritores antena. Los primeros son aquellos que se nutren de las profundidades de la vida y de la cultura, crean basándose en los ciclos largos de la historia y son condescendientes con el presente porque conocen la ondulación del tiempo como categoría modeladora. Son, por ejemplo, Marguerite Yourcenar y W. G. Sebald. Los escritores antena son aquellos que viven siguiendo la vibración del momento, se sienten vinculados a los hechos de la vida política y social cotidiana, olfatean el aire, presienten las tormentas, aciertan y se engañan en público, crean sus fábulas derivándolas de la transfiguración del presente, inventan y emiten juicios basándose en los ciclos breves de la historia. Las dos escritoras que moderó Daniel Peña pertenecen, sin lugar a dudas, a esta segunda categoría.

2. No es de extrañar, por lo tanto, que el diálogo terminara con el tema estrella del momento, los caminos cada vez más determinantes de la inteligencia artificial. Tomó la palabra Rosa Montero, que acaba de publicar su cuarta novela, el cierre de la serie en torno a la detective Bruna Husky, Animales difíciles, cuyo tema es precisamente ese: qué quedará de la humanidad cuando los cíborgs pueblen la Tierra. En la novela, la visión de Rosa Montero termina siendo optimista, y la protagonista tecnohumana, ahora una “androide débil”, termina incluso haciendo el amor con el inspector Paul Lizard, y en ese vínculo donde se siente la vibración de la relación común entre simples hijos de Adán y Eva nos deja entrever que, aunque perdidos en la conciencia de la inmensidad del cosmos y de la cultura transhumana, seguirán sucediendo cosas, más allá de 2111, semejantes a las que ocurren en nuestras vidas corrientes. Sin embargo, en la explicación en vivo que dio Rosa Montero sobre el tema, fueron surgiendo monstruos posibles, y en cierta manera, con su bagaje de lecturas de ciencia ficción, su mensaje terminó siendo de miedo y advertencia. De advertencia de que, si la humanidad carece de medida ética y deontológica, podría cumplirse el mensaje que Nick Bostrom presta a Rosa Montero, como epígrafe de su libro sobre Bruna Husky: “Crear algo más inteligente que tú es un error evolutivo básico”.

3. Pero la literatura no es un poder totalmente desarmado; contiene una sabiduría de naturaleza indefinida que desborda los límites de lo demostrable y avanza con propuestas que no pueden encontrarse por otros medios. En momentos de crisis aguda, cuando los escritores parecen pájaros escondidos durante una tormenta, nos estremecen como las sacudidas del mundo y formulan a ciegas fábulas de advertencia. A veces son las imágenes las que salvan por sí mismas. Por eso, en un anticipo de un futuro próximo, en el que las máquinas pensantes lleguen a sustituirnos, dotándose a sí mismas del impulso del creador autónomo, es interesante volver al poema seminal de Emily Dickinson sobre la dimensión del cerebro humano, imposible de cartografiar: “El cerebro es más ancho que el cielo; / ponlos juntos / y uno contendrá al otro / con facilidad, y a ti, además”.

Conviene conservar nuestra autoestima como especie. Con todo, ante las inquietantes señales que esboza la autora de Animales difíciles, no podemos dejar de pensar que, por desgracia, el desarrollo de la inteligencia artificial se ve incrementado por considerables dosis de estupidez natural. La inteligencia artificial, el más probable de los futuribles, cruzada con la estupidez natural, arcaica, como en la cueva del troglodita, es materia explosiva. Esta es la trampa en la que hemos caído y nadie sabe cómo volver atrás ni cómo seguir avanzando.

4. El problema radica en la asociación negativa entre la política retrógrada que asalta nuestras comunidades y los avances tecnológicos que nos ofrecen cada día maravillas que hasta hace poco solo parecían pertenecer al orden del delirio. Y ello permitirá todo tipo de manipulación de la realidad humana, ya sea corpórea o de pensamiento, y la subversión de lo que hasta hace poco alineábamos con el orden de la moral y la axiología, y que se encuentra ahora patas arriba.

Giuliano da Empoli ha demostrado de manera sistemática y racional en su libro Los ingenieros del caos lo que nosotros deducíamos de nuestro conocimiento empírico: me refiero al abrazo entre el poder político sintetizado en los tres emperadores, Donald Trump, Xi Jinping y Vladímir Putin, y sus estratosféricos ingenieros, tan crueles y alejados de los dolores de la humanidad como ellos, este abrazo que hace que nuestras noches de insomnio parezcan monstruosas e interminables. Mientras nos pasamos las madrugadas con los ojos clavados en la oscuridad, podemos tener la certeza de que cada uno de ellos sopesa qué parte de la gacela les reserva la caza del día siguiente. Y la gacela es simplemente la Tierra entera. Se la están repartiendo ante nuestros ojos, negociándosela como si fuera suya. Solo de esta manera podemos comprender el juego brutal al que asistimos sobre el territorio y el pueblo de Ucrania y el genocidio desenfrenado que tiene lugar ante nuestros ojos en la región de Gaza. Esto que vemos día tras día solo parece tener lateralmente algo que ver con el avance exponencial de la inteligencia artificial, pero no es así. Musk es simplemente un símbolo chabacano de ese abrazo funesto. Los otros dos, mucho más inteligentes, mantienen a sus tecnocreadores trabajando en la oscuridad.

5. Frente a lo que podría convertirse en realidad, Animales difíciles es una ágil ficción de aventuras semihumanas, con la amenaza bien dibujada, pero cautelosamente clemente en la esperanza que anuncia. La puerta de salvación que entrega al lector nos deja dormir tranquilos. Al contrario de lo que leemos en las páginas de ciertos periódicos que describen los proyectos de una nueva eugenesia concebidos por Silicon Valley, un semillero de proyectos para el Despacho Oval, que gobierna el mundo. Para mucho antes de 2111 están planeando a toda prisa que los niños sean programados según la voluntad de sus padres: hermosos, altos, atléticos, inteligentes y, naturalmente, serviles. Serán de carne y hueso, blancos, sonrosados. Querida Rosa Montero, ¿dónde hemos oído esto antes? Lídia Jorge es escritora. Su último libro publicado en España es Misericordia (La Umbría y la Solana).










[ARCHIVO DEL BLOG] La Ciudad de las Dos Coronas. Publicado el 27 de marzo de 2018












El Brexit abre una oportunidad para resolver la controversia histórica sobre el Peñón para convertirlo en eje del futuro estratégico de toda la bahía de Algeciras y en símbolo de la amistad hispano-británica, escriben en El País los profesores Alejandro del Valle, catedrático de Derecho Internacional Público de la Universidad de Cádiz, e Ignacio Molina,  profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid. 
El vínculo político bilateral entre Madrid y Londres, comienzan diciendo, siempre ha estado muy por debajo de su potencial, considerando la intensa relación interpersonal y económicoempresarial entre España y Reino Unido; quizá la mayor del mundo entre dos países que no son vecinos ni comparten idioma. Pese a los muchos intereses y valores comunes, la relación solo puede calificarse como correcta y, así, Reino Unido es el único de los seis Estados miembros más grandes de la UE con quien España no ha institucionalizado una asociación. La visión tan distinta sobre la integración europea y Gibraltar explican ese perfil bajo. Paradójicamente, tras el Brexit aumentan los incentivos para que la diplomacia británica busque más complicidad con la cuarta potencia del continente. Para ello, es necesario saber gestionar (y, si es posible, resolver) la compleja controversia histórica sobre el Peñón. Un contencioso que, aparte de un fuerte simbolismo en ambos lados, contiene elementos tangibles de gran importancia para los legítimos intereses de Gibraltar, el Campo de Gibraltar, España, Reino Unido y la UE.
Desde 1964 existen constantes pronunciamientos en Naciones Unidas sobre el deber de realizar negociaciones hispano-británicas que lleven a la descolonización de este territorio no autónomo. Y desde los años ochenta se ha venido intentando crear, aunque con serios altibajos, un marco de relación para los asuntos cotidianos. Lo cierto es que nos encontramos desde hace mucho en una situación de bloqueo bilateral y multilateral. En realidad, los aspectos de cooperación transfronteriza y soberanía van tan íntimamente vinculados que cualquier incidente o propuesta en un ámbito puede fácilmente frenar cualquier avance en el otro. Y a ello se une la circunstancia del Brexit y la segura afectación futura del estatuto europeo e internacional de Gibraltar. En esta situación no es de extrañar que la oferta de cosoberanía que hizo España en 2016, que contiene elementos interesantes pero también defectos desde un punto de vista interno, se encontrase con el rechazo frontal de Londres y sobre todo de Gibraltar, que al mismo tiempo busca desesperadamente unas nuevas condiciones de supervivencia económica y jurídica para después de 2019.
Estamos, pues, ante una coyuntura crítica en la que replantear el estatuto de Gibraltar. Y, aunque en los últimos meses se ha escuchado más la posición retórica numantina del ministro principal, Fabian Picardo, no cabe duda de que se ha abierto una ventana de oportunidad para explorar alternativas a las tradicionales. En este sentido, propugnamos la exploración de una nueva avenida imaginativa, que vendría por la recuperación simbólica de la soberanía mediante la fórmula de la ciudad de las dos coronas. Se trata de constituir un territorio internacionalizado pero que permanezca en la UE, que esté completamente conectado a su entorno gaditano y que se beneficie de una relación privilegiada con España (permitiendo su incorporación aunque evitando la absorción) al tiempo que conserva la que ahora tiene con Reino Unido. Varias ideas pueden apuntarse aquí sobre este nuevo modelo.
En primer lugar, la recuperación de la ciudad perdida no tiene por qué implicar su integración en la estructura territorial española; de hecho ya hay territorios del reino de España no integrados como las islas y peñones en la costa africana (Vélez, Alhucemas, Chafarinas). Por tanto, una ciudad podría adscribirse formalmente a la corona y, en este caso, además, hacerlo mediante un tratado que estableciera su nuevo estatuto de vinculación a las coronas española y británica. La experiencia de ciertos microterritorios europeos con estatuto particularizado por razones históricas (casos de las Crown Dependencies británicas de las islas de Man, Jersey y Guernsey; de los enclaves en Suiza de la alemana Büsingen y de la italiana Campione d’Italia, o del Principado de Andorra), demuestra que pueden encontrarse fórmulas satisfactorias. No enarbolar las banderas de España y Reino Unido en los espacios oficiales podría ser una alternativa práctica si el simbolismo es el obstáculo sentimental o real para acordar las reglas de convivencia entre comunidades humanas fronterizas. Sobre todo, si ello permite además mantener ondeando la bandera europea.
En segundo lugar, el ejercicio de funciones soberanas. Si en el caso de las islas y peñones se realiza directamente por el Gobierno, en el caso de Gibraltar estas funciones —que no pueden desempeñarse por la corona— podrían consistir en la coordinación del nuevo estatuto con las autoridades británicas y de la UE. Podría decidirse, por ejemplo, mantener todo el autogobierno actual gibraltareño y crear un completo nuevo estatuto internacional en temas que requieren de urgente coordinación (como navegación, protección del medio ambiente, fiscalidad y actividades financieras) o de necesaria regulación (aduanera, tránsito fronterizo o uso del aeropuerto). Igualmente, habría que acordar entre Madrid y Londres el ejercicio de las responsabilidades en materia de relaciones exteriores y de seguridad y defensa, incluido el uso de las muy importantes bases militares aérea, naval y de inteligencia británicas radicadas en el Peñón.
En tercer lugar, un modelo que resultaría en una especie de principado en el Estrecho permitiría dar una nueva realidad de cooperación transfronteriza y una poderosa dimensión económica al hoy vulnerable Campo de Gibraltar, al quedar vinculado a la ciudad de las dos coronas y su estatuto internacional. Las perspectivas beneficiosas por ejemplo para La Línea de la Concepción, que es ciudad fronteriza única en Europa, serían revolucionarias: terrenos para empresarios de Gibraltar, economías de escala para un área portuaria en la bahía que sería líder de Europa, o un gran espacio de educación superior y cultura bilingüe e internacionalizado.
Hay instrumentos en derecho internacional y en derecho constitucional para afrontar viablemente la creación de un modelo único para el caso único, y que no resulte trasladable a las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla o a las pretensiones de nuestros nacionalismos independentistas. En definitiva, se trata de explorar una vía imaginativa que permitiría para España cubrir sus objetivos históricos y sus intereses esenciales: reincorporación en el reino de la ciudad perdida y planteamiento para los españoles campogibraltareños de un futuro de convivencia y prosperidad. Gibraltar conseguiría seguir en la UE, superar el molesto estigma de la descolonización, disfrutar de todos los derechos que le otorgase la doble ciudadanía británica y española y multiplicar su potencial de crecimiento. Y, por último, la relación bilateral Madrid-Londres en el post-Brexit no solo arrancaría sin el lastre de una controversia histórica, sino que se reforzaría con un vínculo institucional al máximo nivel. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt













Del poema de cada día. Hoy, Cuando ella pasa, de Fernando Pessoa

 







CUANDO ELLA PASA


Sentado junto a la ventana,
A través de los cristales, empañados por la nieve,
Veo su adorable imagen, la de ella, mientras
Pasa… pasa… pasa de largo…

Sobre mí, la aflicción ha arrojado su velo:-
Una criatura menos en este mundo
Y un ángel más en el cielo.

Sentado junto a la Ventana,
A través de los cristales, empañados por la nieve,
Pienso que Veo su imagen, la de ella,
Que no pasa ahora que no pasa de largo.



FERNANDO PESSOA (1888-1935)

 poeta portugués










De las viñetas de humor del blog de hoy jueves, 27 de marzo de 2025